TRUCO
O TRATO
Halloween, ¿truco o trato?...
¿pero qué carajo es esto, dios mío de mi alma? Estará muy bien para que los anglosajones
se acuerden de... ¡TO SUS MUERTOS! pero
yo prefiero las castañas pilongas, las almendras, las nueces, el pan de higo,
las fiestas de los mercados y para que me haga un buen truco al Juan Tamariz
que ese sí que es un artista, aunque la verdad que tiene una cara que asusta
más que el recibo de la luz.
Me aportan más los chistes
en velatorios y las rimas del Tenorio encandilando a Dña. Inés que las
costumbres americanas, pero como hay que adaptarse a los tiempos hoy os contaré
una de las experiencia más terroríficas que he vivido a lo largo de mi vida.
Para poneros en situación
comenzaré contando que desde el fallecimiento de mi padre yo le cogí fobia a la
casa donde vivía.
Cierto día se encontraba mi
madre visitándome cuando me llega la noticia que en su edificio se ha ido la
luz y que están sin ascensor. Como Esperanza ya era octogenaria decidí que se
quedase a dormir en mi casa puesto que ella vivía en un sexto piso y no era
cuestión de que subiese tantas escaleras. Todo transcurría con normalidad, pero
al llegar la noche cuando tocó la hora de cenar se acordó que le faltaba su
dosis de insulina.
Yo como buen hijo me ofrecí
a recoger la medicación de su casa y me puse manos a la obra buscando por todos
lados una linterna para que me alumbrase cuando llegase a su edificio, ya que
aun permanecía sin luz. Pero mira por donde en mi casa no tenía una puta
linterna y lo único que se me ocurrió fue coger la vela de un candelabro.
Con la vela me dirigí hasta
casa de mi madre, ya por el camino mi cabeza se puso a cavilar por su cuenta y a
meterme el miedo en el cuerpo. Una vez en la casapuerta encendí el cirio y comencé
a subir escaleras, las seis plantas se me hicieron interminables, la llama originaba
sombras que parecían rodearme y con esta situación angustiosa llegué hasta el
portón del sexto "C".
Una vez girada la llave se
abrió la puerta y una corriente de aire hizo que se apagase la flama quedándome
totalmente a oscuras, mi mano temblorosa se introdujo en el bolsillo del
pantalón buscando el mechero, con gran tembleque conseguí volver a encender la
vela que mantenía a la altura de mi cara, alcé la vista y ante mi apareció la
figura de mi padre. El terror me dejó mudo, los latidos del corazón casi me
rompen el esternón, lo mismo que Rambo no me sentía las piernas, un escalofrío recorrió
todo mi cuerpo.
No sé cuánto tiempo
transcurrió hasta que me di cuenta que no era un fantasma y mucho menos mi
padre, era el producto del reflejo de mi cara a la luz de la vela en la vitrina
de cristal del mueble bar.
A la velocidad del rayo cogí
la insulina, bajé las escaleras saltando escalones de cinco en cinco sin
importarme que la cera gotease sobre mi mano achicharrándome.
Desde aquel día cada vez que
mi madre venía por casa lo primero que hacía antes de darle dos besos, era
preguntarle si traía la insulina.
BASADO EN UN HECHO REAL