miércoles, 31 de octubre de 2012


TRUCO O TRATO

Halloween, ¿truco o trato?... ¿pero qué carajo es esto, dios mío de mi alma? Estará muy bien para que los anglosajones se acuerden de... ¡TO SUS MUERTOS!  pero yo prefiero las castañas pilongas, las almendras, las nueces, el pan de higo, las fiestas de los mercados y para que me haga un buen truco al Juan Tamariz que ese sí que es un artista, aunque la verdad que tiene una cara que asusta más que el recibo de la luz.
Me aportan más los chistes en velatorios y las rimas del Tenorio encandilando a Dña. Inés que las costumbres americanas, pero como hay que adaptarse a los tiempos hoy os contaré una de las experiencia más terroríficas que he vivido a lo largo de mi vida.
Para poneros en situación comenzaré contando que desde el fallecimiento de mi padre yo le cogí fobia a la casa donde vivía.
Cierto día se encontraba mi madre visitándome cuando me llega la noticia que en su edificio se ha ido la luz y que están sin ascensor. Como Esperanza ya era octogenaria decidí que se quedase a dormir en mi casa puesto que ella vivía en un sexto piso y no era cuestión de que subiese tantas escaleras. Todo transcurría con normalidad, pero al llegar la noche cuando tocó la hora de cenar se acordó que le faltaba su dosis de insulina.
Yo como buen hijo me ofrecí a recoger la medicación de su casa y me puse manos a la obra buscando por todos lados una linterna para que me alumbrase cuando llegase a su edificio, ya que aun permanecía sin luz. Pero mira por donde en mi casa no tenía una puta linterna y lo único que se me ocurrió fue coger la vela de un candelabro.
Con la vela me dirigí hasta casa de mi madre, ya por el camino mi cabeza se puso a cavilar por su cuenta y a meterme el miedo en el cuerpo. Una vez en la casapuerta encendí el cirio y comencé a subir escaleras, las seis plantas se me hicieron interminables, la llama originaba sombras que parecían rodearme y con esta situación angustiosa llegué hasta el portón del sexto "C".
Una vez girada la llave se abrió la puerta y una corriente de aire hizo que se apagase la flama quedándome totalmente a oscuras, mi mano temblorosa se introdujo en el bolsillo del pantalón buscando el mechero, con gran tembleque conseguí volver a encender la vela que mantenía a la altura de mi cara, alcé la vista y ante mi apareció la figura de mi padre. El terror me dejó mudo, los latidos del corazón casi me rompen el esternón, lo mismo que Rambo no me sentía las piernas, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que me di cuenta que no era un fantasma y mucho menos mi padre, era el producto del reflejo de mi cara a la luz de la vela en la vitrina de cristal del mueble bar.
A la velocidad del rayo cogí la insulina, bajé las escaleras saltando escalones de cinco en cinco sin importarme que la cera gotease sobre mi mano achicharrándome.
Desde aquel día cada vez que mi madre venía por casa lo primero que hacía antes de darle dos besos, era preguntarle si traía la insulina.
BASADO EN UN HECHO REAL

No hay comentarios:

Publicar un comentario