sábado, 14 de diciembre de 2013

LA MUERTE CANINA

En mi barrio cuando se hablaba sobre la "muerte canina" no había motivo alguno para llamar a la protectora de animales, entre otras cosas porque dicha protectora no existía ni había motivo para su creación, ya que la máxima representación animal éramos nosotros mismos, y los mejores protectores por lo general eran nuestros hermanos mayores, en algunas ocasiones, en otras eran los principales maltratadores ya que al igual que en la enseñanza... "la letra con sangre entraba" , en otro tipo de educación "a base de palos aprendía el mulo".
La muerte canina tenía su máxima expresión visual en las puertas de las casetillas de los transformadores de luz, esa placa en relieve hecha de estaño esmaltado donde sobre un pedestal de dos fémures cruzados se asomaba una osamenta craneal, cual símbolo similar a bandera bucanera con un mensaje directo, nada subliminal ni alegórico dónde te comunicaba de manera tajante y fulminante "NO TOCAR, PELIGRO DE MUERTE"... ¡la verdad que el anuncio era bastante gore!... ¡vamos que daba cagui!... ¡Es más, a dos metros de la puerta  por sugestión ya te daba el primer calambrazo!
Esas placas en las cajetillas de tabaco hubiesen obtenido un mayor impacto que esas fotos de cáncer de garganta, de las que ya nadie se espanta pues la sangre y las tragedias nos salpican continuamente, en formato 3D tras una pantalla de LED, y nos hemos vueltos insensibles viendo como las moscas se comen los cojones de un niño hambriento en el cuerno de África, o las carnes se hacen girones en las alambradas de Melilla.
A mi nada me ha impactado tanto en mi vida que el dichoso cartel de la "muerte canina"... ¡o al menos eso creía yo! ya que  llegué a tener con él grandes pesadillas de infancia, al igual que con aquellos cuadros del purgatorio que algunas vecinas lucían en su salón como si se tratase de un Vang Gogh , pero cuando ya pensé que ese trauma lo había superado, va la vida y me da una puñalada trapera.
¡Hoy he descubierto, que los reyes magos eran mi padre y mi madre!... ¡con la de medallas que le puse al Baltasar con el escalextric!