A MI CARMELA
Los dos aislados del mundo exterior en una aséptica
habitación de hospital donde el silencio es interrumpido por las voces
paseantes de una estrecha callejuela. Sufriendo estoy tu dolor por querer que
fuese mío y esta soledad en pareja es la que nos queda hasta que la vida lo permita, pues
ya los pájaros abandonaron el nido volando tras una utópica libertad que en su
día también nosotros emprendimos sin la obligación de volver la vista atrás
como dictan las leyes de la naturaleza.
El amor es mayor su valor cuando se comparten sentimientos
más que flujos, cuando tus ojos son el espejo en el que cada mañana se reflejan
mis arrugas y defectos, donde una sola de tus miradas me cuentan mil historias
sin necesidad de palabras.
Hoy mientras esperaba el despertar fueron pocos los segundos
que me permitieron ver tu cara de cera. Allí estaba mi Carmela aun bajo el
efecto de las drogas y desposeída de la virtud de la maternidad. Nunca me vi
más solo en la vida, el hecho de pensar que algún día me faltases, hizo derrumbarme
cual muñeco de trapo y como una marioneta me arrodillé a tus pies llorando sin
consuelo.
El transcurrir de los años conlleva cierta monotonía, y van
pasando el tiempo mientras otros asuntos livianos acaparan nuestras mentes,
habrá que buscar un ratito... ¡poco más de tres segundos! donde día tras día le
pueda decir al mundo lo mucho que yo te quiero.
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