lunes, 10 de junio de 2013

VIVIENDO DEL CUENTO

Bajaba las escaleras con gran dificultad, los años y su frágil osamenta herencia de una mala genética le estaban haciendo estragos. Llegó hasta su coche que casualmente se encontraba aparcado delante de su puerta y pulsó el mando a distancia, un sonido electrónico y el parpadeo de los cuatro intermitentes le indico que las puertas se habían desbloqueado.
A las dos horas bañado en sudor y soportando el dolor del esfuerzo realizado, contempló con gran satisfacción como en el capó ya no cabía ni un alfiler. Todo el espacio lo ocupaban garrafas de plástico, por su afición al "tetris" se había convertido en un gran experto del orden y la colocación, no era de los horteras que enganchan los pack de yogur en los laterales del carro del hiper .
Al llegar a la gasolinera detuvo el motor junto al surtidor número cinco, apoyado en sus muletas se acercó al mostrador y le indicó al empleado que le liberase la manguera hasta que el terminase.
- ¿Qué surtidor Señor?
- El número cinco y me cago en tu puta madre, porque aunque no lo digas lo estás pensando.
El trabajador se sonrojó y no supo reaccionar ante aquellas palabras, se limitó a seguir las ordenes y guardar silencio.
Al salir las puertas de cristal se abrieron al detectar su presencia, ya cerca del vehículo se colocó un guante de plástico y se hizo con grifo del surtidor, destapó las garrafas y fue introduciendo el tubo en la boca de cada una hasta que las tuvo todas llenas.
A dos metro de distancia lanzó la Visa oro que aterrizo tras un breve planeo sobre el mostrador, el dependiente ya no se atrevió a pedirle el carné para comprobar su identidad y se limitó a alcanzarle el terminal para que teclease su clave.
Cuando llegó al club se fue a la taquilla a por las cañas, antes en la entrada compró unas docenas de muergos y le dijo al patera que sacara lo que traía en el capó del coche y se lo acercase al barco.
En el vestuario se cambió y se puso su pantalón blanco y el Lacoste de rayas, se parecía al octavilla de la Antología de Paco Alba. En ese momento se le escurrió del bolsillo la cartera y al golpear el suelo se abrió dejando a la vista el tiket del pago en la gasolinera, se puso las gafas del cerca y leyó 25.000€. Visto esto exclamó:
-¡Cojones, lo que ha subido la gasolina!
A renglón seguido puso un cartel en el tablón anunciando que se regalaba yate y se fue hasta un banco del paseo donde colocó sus cañas sobre la balaustrada a espera de que algo picara. De repente la espiga de fibra se curvó, se apresuró en coger la caña . Tras el primer tirón comenzó a darle a la manivela para recoger el sedal y de las aguas de la bahía brotó un enorme halobatrachus didactylus (pez sapo), antes de que nuestro ilustre pescador tuviese tiempo a reaccionar el monstruo marino de un coletazo se lanzo a la boca del adversario y metiéndole la lengua hasta la garganta le arrió un beso de tornillo que tardaron en separarlos una hora y tres cuartos.
El 061 solo se pudo limitar a certificar que en el paseo de la bahía se habían encontrado una rana vestida con un "Chemi" de rayas y a los elefantes del circo Mundial cantando al son de: -¡SUFRE MAMÓNNN!...

Aunque en honor a la verdad, allí había tanto jaleo que no tengo muy claro si decían... ¡SUFRE MAMÓN O SUFRE BORBÓN! 

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