viernes, 1 de febrero de 2013


Cuentos breves
La Mágnum no podía coger el sueño, de su interior aun brotaba el calor ácido de la última bala que dejó escapar. Eran muchos los remordimientos de los que tenía que desprenderse pero ¿para qué esa necesidad de lavar su alma? cuando el futuro que le esperaba seguiría siendo de manera inevitable el derramamiento de sangre.
Su amo dormía a pierna suelta en el viejo sofá, aún sujetaba con su mano izquierda la botella de bourbon a punto de agotarse;  anestesiado por alcohol no se podía imaginar lo que estaba a punto de suceder.
El arma poco a poco se fue deslizando de la cartuchera de cuero que colgaba del costado, se balanceó hasta salir despedida y caer sobre la polvorienta alfombra; hizo un ruido sordo al recibir el golpe sobre el tambor, pero no fue lo suficientemente estrepitoso para hacerlo despertar. Aprovecho el desplazamiento lateral para retirarle la botella de la mano que rodó hasta detenerse ante la apolillada pata de la mesa vertiendo el resto del dorado líquido de Kentucky. Tras liberarse del embase se acomodó suavemente hasta conseguir  que la culata reposase sobre los dedos.
Despertó de su letargo con un fuerte dolor de cabeza, quiso aliviarlo con un nuevo trago pero se sorprendió al encontrar el cañón a dos centímetros de su boca. En pocos segundos toda su vida le pasó por la mente y con total frialdad apretó el gatillo.

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