martes, 29 de enero de 2013


Apelo a mi fuerza de voluntad

Tengo una debilidad
¡Ay que calamidad!
mi vida es un disgusto
Este es el comienzo de una famosa canción de Antonio Machín, pero perfectamente lo puedo trasladar en mi propia existencia como una queja con la que me fustigo día y noche apelando al mal de conciencia por mi dichosa e inexistente falta de fuerza de voluntad.
Son muchos los gimnasios que he visitado y preguntado: -¿Qué ejercicios he de practicar para tonificar mi masa muscular y ganar fuerza de voluntad?... Las respuestas han servido para bien  poco ya que me han tomado por loco y no seré yo el que les quite la razón, pues lo mío es evidente.
Cuán fácil resulta soltar por la boca que todo es alcanzable con fuerza de voluntad, pero el problema viene cuando tu naces y no la traes incluida en el pack. ¿Qué haces?... ¿la compras? Podría resultar incomodo e incluso falto de moral imponer algo ajeno a tu propia libertad por llevar a la práctica una voluntad de la que realmente no eres consciente. Como cantaban "Pata Negra"; Todo lo que me gusta es ilegal, es inmoral o engorda.
En el plano religioso siempre se emplea a la máxima autoridad como a un ser divino que dicta las normas a seguir para que te conviertas en un ser bondadoso, pero conseguir la bondad no te lo vende como un disfrute de lo bueno en vida; todo lo contrario el ser bondadoso se consigue con un sacrificio constante y martirizante con la promesa de premiarte en el "más allá".
Incluso enfrentándome a la amenaza de quedarme ciego, en plena adolescencia me sentía incapaz e incompetente para darle la orden a la diestra de que se quedase quieta y no obtener aquel placer que aunque no me dejaba ciego hacía que los ojos se me quedasen en blanco ¿Cómo esa deliciosa sensación podía ser pecaminosa?... ¿para qué usar la fuerza de voluntad?... A lo mejor de haberla tenido hoy no sería miope.
Hoy, cuando estoy a poco más de veinticuatro horas para por vez primera hacer uso de mi desconocida fuerza de voluntad, le ruego que si de verdad existe que venga a mi encuentro... ¡No es que yo pretenda buscar el cielo dejando de fumar! simplemente es que ya me voy dando cuenta por motus propio que el tabaco coarta mi libertad de respirar, el placer del oler y el degustar. Y por otro motivo más... que el techo del salón se está poniendo amarillo y es a mí al que me toca pintar.

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