¡QUE LUCHA!
En la década de los 60 el suministro de energía eléctrica al
barrio dejaba mucho que desear, los apagones eran frecuentes aunque tampoco los
vecinos se quejaban mucho ya que lo más normal es que estuviesen a dos velas o
por su condición de población marinera o porque la de Ubrique estaba más tiesa
que la mojama.
Tampoco es que la electricidad tuviese tanta utilidad como
ahora que se ha convertido en algo vital, pues si observamos a nuestro
alrededor estamos totalmente robotizados; ¡pensadlo bien!... no existe casi
nada que podamos hacer sin necesidad de un cable o unas pilas. Hasta para
trabajar, mientras antes te colocabas con una buena tarjeta ahora es necesario
tener un buen enchufe.
Por aquella época tras ponerse el sol, Puntales se sumía en
una penumbra debido a que iluminación urbana brillaba por su ausencia y
eficacia, nos guiábamos por las luces de los comercios que permanecían abiertos
hasta altas horas.
Para jugar al “esconder” nos venía de perlas pues entre la poca
luz y nuestro camuflaje perenne efecto de la mezcla entre sudor y polvo del carbón de la central térmica, nos
hacía niños opacos excelentes actores para teatros de sombras chinescas (los
niños negros y los padres “MORAOS”) Hubiésemos sido buenos extras para la
película “El minero” cuyo protagonista fue Antonio Molina, pero el destino
quiso que la única película de la que rodaron algunas escenas fuera “El Amor
Brujo” donde solo hicieron unas breves actuaciones “el Ongue” y algunos
trabajadores del varadero de Vilela.
Nunca fuimos xenófobos pues solo se nos distinguía por
nuestro auténtico color el domingo de mañana, ya que la noche anterior con
jabón “Lagarto” y champú “Sindo” al huevo nos daban el repaso semanal a base de
ollas de agua caliente y palangana. El resto del tiempo permanecíamos
políticamente correcto de color y sin corrección; negros como los cojones del
burro “Caramelo”.
El termo eléctrico para poderte duchar con agua caliente
llegó años después, el problema era que con tantos niños por casa no daba
abasto y para coger la ducha de los primeros había hasta puñetazos ya que a
partir del tercero el agua llegaba templada y del quinto en adelante ponerse
bajo el agua era un martirio chino; tanto es así que aunque me tachen de
cochino más de una vez me mojabas solo el pelo, hacía el “paripé” y hasta la
siguiente semana para no dar mucho el cante me iba defendiendo con robar unas
gotas de “Varón Dandy” de mis hermanos mayores. Entre el “Varón Dandy” y el
sudor si algún mosquito te picaba cogía tal colocón que terminaba con Paco
Kuriaky acompañándole al trombón en Vals de las mariposas.
Telefonía casi nula, televisión inexistente, pero nunca te
aburrías teniendo, la plaza, el campillo, los juncos, el bosque, la playa y la
corriente. Si tardabas mucho en volver
tu madre haciendo un alarde de Monserrat Caballé te daba un grito desde
la ventana que aunque tú no tuvieses gana no te quedaba más remedio que
presentarte con premura, pues haber como cojones le explicabas que no tenías
cobertura.
Portones blindados, video porteros, alarmas, sensación de
inseguridad. Todo lo que nos parece tan corriente en nuestra actual sociedad;
en aquellos instante lo hubiésemos visto como algo delirante e innecesario. Las
casas permanecían con las puertas de par en par, como mucho unas cortinas para
tener un poco de intimidad; aunque quien pretendía tener intimidad en sesenta
metros cuadrados y cohabitando con ocho o diez más, habría que estar “tarao”,
pero además ¿cómo ibas a cerrar la puerta?... si aquello era como el camarote
de los Hermanos Marx, entrando y saliendo gente continuamente. Para colmo
imaginaos cuando el mismo domicilio es una consulta de prótesis dental…
¡efectivamente! tenías la sensación de vivir en medio de la calle Ancha; yo
creo que los guionistas del “Gran Hermano” se inspiraron en mi casa.
Hoy solo desearía que la solidaridad y el compartir hubiesen
evolucionado como las tecnologías, para que este barrio donde nacimos llevase
por todo el mundo a su torre como ese icono de la manzana con el “bocao”, pero
haciendo alarde de esa amistad o hermandad de la que tan orgullosos nos
sentimos…¡No, Ni, Ná!
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