lunes, 14 de enero de 2013


Sin ninguna pretensión

El escribir no es lo mío, yo solo me limito por cuestión terapéutica a untar las letras como la manteca en el pan, a veces llevan mermelada que endulzan el paladar de la vida y en ocasiones le pongo sal o pimienta, dependiendo del pie que apoyo cuando aterrizo en un nuevo día.
Considerarme un escritor sería de prepotente y estafador, ya que no tengo ni inteligencia, ni saber, ni cultura suficiente. Lo que tengo solo es atrevimiento para expresar lo que siento y el egoísmo propio de hablar conmigo mismo reflejándome en la pantalla de una máquina que sé que no me va a contradecir, aunque a veces la puñetera me marca mis propias palabras con una línea roja para recordarme cuanto tiempo desaproveché en la escuela.
Cuando el estado de ánimos me lo permite me puedo burlar de mi mismo o de las cosas más cercanas, y si con esto consigo una sonrisa ya me doy por satisfecho. Esta es mi única pretensión.
Mi afición por la fotografía me hace ser un voyeur y son esas dotes de observador de donde saco las claves de humor, un tanto absurdas, que me hacen ver la vida desde otra perspectiva menos seria pero a veces tan importante que te ayudan a seguir adelante.
Hace pocas horas que el Profesor (San Lucas de Frasca) se puso en contacto conmigo, como santo que es está al lado del que todo lo ve, y él que es de robar mucho con la vista observó en el iPod del jefe a su discípulo y hermano (es decir... a mi) más lacio que el perejil de San Pancracio en la casa de Rajoy. Preocupado y como la pensión cada vez anda más cortita me mandó un whatsapp (que no cuesta dinero) para interesarse por mi estado, a lo que no le pude contestar ya que no tengo whatsapp, más bien lo que mi teléfono tiene es malaje. Y lo digo con el corazón en la mano pues cuando más falta te hace nunca lo encuentras, yo he llegado a pensar en llevar una fotografía del móvil a comisaría para que lo pongan con los carteles de los más buscados. Pero tengo un amigo policía que me aconsejó que no lo hiciese, pues según él a la hora de la siesta es seguro que aparece... ¡y tiene toda la razón! pues a la hora de la siesta además de malaje resulta ser un cabrón. Para colmo de malaje y cabrón, mi Santa quiere que me compre otro que además tenga güasa... ¡PA MATARSE (Ryanair)!
Ante la falta de comunicación me mandó a Farruquito con un mensaje en la boca para darme una alegría, aunque la alegría se la pegó el perro pues se me enganchó en la pernera y allí anduvo media hora hasta que se le puso aquello como una barra de mortadela. Le tuve que echar un cubo de agua fría para podérmelo despegar.
Por fin hemos conseguido hablar y gracias a sus ánimos aquí estamos de nuevo... ¡pero la próxima vez, al perro te lo metes en los hue...!

No hay comentarios:

Publicar un comentario