martes, 15 de enero de 2013


Las croquetas de Maribel

Bendita tú Maribel, que con tu corazón "partío" entre Puntales y Palafrugel le distes la inmortalidad a la Cenicienta de los fogones, poniéndole tacones de cristal a modo de taquitos de jamón, bacalao o carne del puchero y mientras le dabas forma de princesa ella te susurraba: -"Ada Maribelina... te quiero".
Calzada en sus zapatitos tus manos acariciaban su ropa interior blanca y pura como la bechamel que tapaban sus vergüenzas. Vergüenzas que ella sentía por recoger las sobras que nadie quería en una mesa plena de manjares arrogantes.
-¡Pero no tengo vestido Maribelina!
-¡No te preocupes croqueta mía!
Y por arte de magia con huevos, pan rallado y aceite, le confeccionó un vestido dorado y crujiente qué más quisieran haber firmado los más galardonados diseñadores.
¡Ole, ole y ole! gritaban los asistentes a la gala cuando ella paseaba a lomos de una bandeja de plata por la alfombra de terciopelo rojo carmín.
Humilde pero coqueta llego su perfume en palacio, fruto de olivo andaluz, hasta el corazón del príncipe, sin poderse contener  este mandó a su endocrino a coger pepinos y al padre a por elefantes. Ya le sobraba el caviar, el bogavante, los salientes, los entrantes y la misma repostería.
-¡Oh, croqueta mía!... ¿quién te ocultó de mí que yo no te conocía?
-Nunca jamás me oculté, siempre anduve a diario entre las cocinas de barrios, barrios que me mostraron su amor y a los que siempre regresaré. Perdone Majestad mi osadía pero usted en palacio nunca supo lo que era el barro, pues aquí solo disfrutáis de la porcelana fina...¡por cierto, ya son las doce y me tengo que marchar!... ¡siento rechazar su amor, pero mi paladar no está hecho para su ostentación, me siento mejor con los pobres!... ¡y no venga tras de mí pues viajo en autobús y no en coche blindado!... ¡si quieres obtener mi amor conviva un solo mes en la casa de un parado.

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