Las
croquetas de Maribel
Bendita tú Maribel, que con
tu corazón "partío" entre Puntales y Palafrugel le distes la
inmortalidad a la Cenicienta de los fogones, poniéndole tacones de cristal a
modo de taquitos de jamón, bacalao o carne del puchero y mientras le dabas
forma de princesa ella te susurraba: -"Ada Maribelina... te quiero".
Calzada en sus zapatitos tus
manos acariciaban su ropa interior blanca y pura como la bechamel que tapaban
sus vergüenzas. Vergüenzas que ella sentía por recoger las sobras que nadie
quería en una mesa plena de manjares arrogantes.
-¡Pero no tengo vestido
Maribelina!
-¡No te preocupes croqueta
mía!
Y por arte de magia con
huevos, pan rallado y aceite, le confeccionó un vestido dorado y crujiente qué
más quisieran haber firmado los más galardonados diseñadores.
¡Ole, ole y ole! gritaban
los asistentes a la gala cuando ella paseaba a lomos de una bandeja de plata
por la alfombra de terciopelo rojo carmín.
Humilde pero coqueta llego
su perfume en palacio, fruto de olivo andaluz, hasta el corazón del príncipe,
sin poderse contener este mandó a su
endocrino a coger pepinos y al padre a por elefantes. Ya le sobraba el caviar,
el bogavante, los salientes, los entrantes y la misma repostería.
-¡Oh, croqueta mía!... ¿quién
te ocultó de mí que yo no te conocía?
-Nunca jamás me oculté,
siempre anduve a diario entre las cocinas de barrios, barrios que me mostraron
su amor y a los que siempre regresaré. Perdone Majestad mi osadía pero usted en
palacio nunca supo lo que era el barro, pues aquí solo disfrutáis de la porcelana
fina...¡por cierto, ya son las doce y me tengo que marchar!... ¡siento rechazar
su amor, pero mi paladar no está hecho para su ostentación, me siento mejor con
los pobres!... ¡y no venga tras de mí pues viajo en autobús y no en coche
blindado!... ¡si quieres obtener mi amor conviva un solo mes en la casa de un
parado.
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