LA GRANDEZA DE LA
SENCILLEZ
¡Buenos días queridos vecinos y tertulianos!
Hoy me desperté temprano, seguramente el nerviosismo y la
impaciencia le ganaron la batalla a la química de la pereza. Era una
intranquilidad sana pues no veía el momento de que llegase la mañana para
disfrutas del último de los regalos de reyes que llegose con algunas jornadas
de retraso.
El presente vino de las manos de mi hermana Conchi y aunque
las instrucciones venían en inglés no me hizo falta traductor para comprender
el funcionamiento.
Tecnológicamente no es que sea un gran invento, pero en lo
placentero pocas cosa hay que lo puedan igualar, y no me seáis mal pensados
pues no tiene ningún interruptor que lo haga vibrar. Tampoco dispone de
conector ni motor, pero tiene la cualidad de recargarte las pilas ¡Qué apañao
es!
¡Por fin lo tengo entre mis manos! Me da un calor casi
maternal y con solo contemplarlo me refresca la memoria recordándome historias
vividas en mi niñez. Historias que brotan como el genio de la lámpara de Aladino, tras una flotante cortina de humo.
Para algunos serás insignificante pero para mí eres un ejemplo a seguir para el
resto de los humanos pues el mejor de tus calificativos es la sencillez, algo
de lo que la mayoría carecemos.
¿Cuántos labios habrás besado? ¿cuántas tertulias compartidas
siendo tú el centro de atención? ¿cuántos secretos guardados? Distes de beber
al sediento aunque al final terminaste colgado, denostado y olvidado como aquel
crucificado pues el progreso de la humanidad suele ser material, ficticio e
incluso inmoral.
Te vuelvo a acariciar después de muchos años y compartiendo
contigo el café he llegado a comprender lo mucho que te he echado de menos y
por todo esto diré:
¡JARRILLO DE LATA... TE QUIERO!
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