30 de enero, habrá
que intentarlo
Suena un tono, repiten dos, comienza el tres...
-¿Dígame?
-¡Sí!... ¡sí!... ¡sí!... ¿cómo?... ¡sí!... ¡bueno!...
¡vale!... ¡gracias!
Me incorporo lentamente, aun tengo que asimilar lo que me
acaban de decir ¿cómo una simple llamada te puede cambiar la vida?
El suelo está helado aun dudo entre ponerme las zapatillas o
unas botas de cuchillas y salir patinando, opto por lo primero e intento que me
encajen en los pies... ¡NO PUEDE SER!... me las pusieron los reyes, eran del
Corte Inglés Descapotable (traducido del latín, "PIOJITO")... según
la ciencia el frio contrae pero no dice nada de las zapatillas de paño. Lo
intento con el otro pie... ya algo más despierto me voy dando cuenta que no es
culpa del calzado, ha sido un simple olvido y esto me ha recordado que tengo
que cortarme las uñas.
Vuelvo a retomar el tema de la llamada, recorro el pasillo
como un zombi haciendo ballet, siento un enorme escalofrío, ya no me influye la
temperatura es el ruido desagradable que dejan sonar las uñas mientras rayan el
parquet.
La duda me invade, es una decisión tan difícil de tomar que
no sé cómo afrontarla. La pereza es la madre de todos los vicios y yo siempre
me he considerado un buen hijo. Ya me tengo que decidir y el tiempo como los
aviones pasa volando.
¡Qué mala suerte la mía!... de veinticuatro horas que tiene
el día ¿tuvieron que elegir las cuatro de la tarde?
Cojo el teléfono y marco... espero que suenen cinco mil cuatrocientos
tonos.
-¿Es el ambulatorio?
-...
-¡Oiga usted! me llamo Koe Casas y me han llamado hace un
rato
-...
-¡Y digo yo!... ¿no se habrán confundido?
-...
-¡Efectivamente, yo me apunté a una terapia!
-...
-¡Verá!... es que por la hora a la que és pensé que era para
dejar la siesta y yo pedí para dejar de fumar.
-...
-¡Por supuestísimo que asistiré!... pero solo les pido una
cosa.
-...
-¡Si me quedo dormido que algún voluntario me quite el
cigarro de la boca para no quemarme los labios!
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