domingo, 30 de diciembre de 2012


Cavilando
Mi mente como árbol perecedero dejaba caer las hojas amarillentas del almanaque de la vida, el frío viento del norte levantaba del suelo aquellos viejos recuerdos alejándolos cada vez más de mis raíces sin que mis ramas tratasen de sujetarlos para devolverles su brillo y su verdor.
Los días grises pasaban sin penas ni glorias, el tronco se iba carcomiendo dejando que por sus heridas se fuese derramando la sabia de la euforia y la ilusión. Tan solo quedaba rutina y el oír segundo a segundo como sonaba el monótono tic, tac del reloj.
Arrastrados por el levante una buena mañana se posaron sobre el laberinto de maderas desnudas una bandada de pájaros que con su trinar me hicieron despertar de un caduco sueño. Sin saber cómo pasó todo reverdeció dando paso a una nueva primavera.
Había que renovarse o morir, cambiar con los tiempos y adaptarse a una nueva vida, desempolvar del baúl de los recuerdos aquellas historias que te hicieron feliz y que dejaste inacabadas, querer alcanzar la utopía y no valorar lo material.
Hoy entre mis hojas se ven brotar los frutos y no pende de ninguna rama la soga del ahorcado.
En esa bandada de pájaros estaban mi familia, mis amigos y ese Puntales que virtual o de verdad me han devuelto a la vida.

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