Cavilando
Mi mente como árbol perecedero
dejaba caer las hojas amarillentas del almanaque de la vida, el frío viento del
norte levantaba del suelo aquellos viejos recuerdos alejándolos cada vez más de
mis raíces sin que mis ramas tratasen de sujetarlos para devolverles su brillo
y su verdor.
Los días grises pasaban sin
penas ni glorias, el tronco se iba carcomiendo dejando que por sus heridas se
fuese derramando la sabia de la euforia y la ilusión. Tan solo quedaba rutina y
el oír segundo a segundo como sonaba el monótono tic, tac del reloj.
Arrastrados por el levante
una buena mañana se posaron sobre el laberinto de maderas desnudas una bandada
de pájaros que con su trinar me hicieron despertar de un caduco sueño. Sin
saber cómo pasó todo reverdeció dando paso a una nueva primavera.
Había que renovarse o morir,
cambiar con los tiempos y adaptarse a una nueva vida, desempolvar del baúl de
los recuerdos aquellas historias que te hicieron feliz y que dejaste inacabadas,
querer alcanzar la utopía y no valorar lo material.
Hoy entre mis hojas se ven
brotar los frutos y no pende de ninguna rama la soga del ahorcado.
En esa bandada de pájaros
estaban mi familia, mis amigos y ese Puntales que virtual o de verdad me han
devuelto a la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario