lunes, 10 de septiembre de 2012


YA REGRESÉ DE LA BODA

Hoy al pulsar las teclas me duelen las pestañas, ya a mi edad te pega 700 km. al volante y no es lo mismo que antes que eras capaz de aguantar hasta mil sin una sola parada para bajarte a mear, sin aire acondicionado, sin dirección asistida, sin regulador de velocidad, sin autovías, las carreteras con más bultos que un calcetín lleno de bolas, vomitándote los niños en la cogotera y todo esto mientras enrollabas las cintas con un bolígrafo Bic porque el cassette andaba con el rebobinado estropeado y toda la ralea que llevabas en el asiento de atrás dando botes, abollándote el techo de dentro para fuera, sacando las cabezas por las ventanillas, no había forma de tenerlos quieto ya que no existían los cinturones de seguridad y desde antes de entrar en el coche ya te estaban preguntando: ¿Y cuándo vamos a llegar?
Eso sí que era viajar... ¡NO, NI, NÁ!
Ya os advertí que estaría unos días ausente motivado por un compromiso ineludible, me desplacé hasta la provincia de Salamanca para la boda de un familiar. El nombre de la población me lo reservo, no me he traído ninguna foto de recuerdo pues tenía menos detalles que el salpicadero de un Seat Panda. Por este mismo motivo los novios decidieron celebrar la ceremonia en la catedral vieja de la capital.
Más por cultura que por fe en esta ocasión entré en el templo, de lo cual no me arrepiento, ya que aunque no me empapé de cultura por poco me empapo los pantalones pues no me meé de milagro y todo por culpa del cura.
Un sacerdote de los de antaño que más que en seminario parece que cursó los estudios en un campamento de legionarios. Cuando los asistentes tenían que repetir alguna frase de la homilía, cómo pasa siempre, casi nadie se la sabía con lo que solo se escuchaba un murmullo. El cura montó en cólera y hasta nos adjetivó con algún improperio, por lo que a partir de ese momento alzó su voz a muchos decibelios obligando al personal a que sus repeticiones fueran audibles... ¡un cura con dos cojones!
Es la primera vez en mi vida que a mitad de una ceremonia el sacerdote abandona el altar, y es que al parecer de la próstata debe de andar fatal y por unos instantes se largó a soltar la meadita.
A la hora de preparar el acto de consagración vi que llenó el copón hasta el mismo borde de vino y se lo hincó entre pecho y espalda como el que se toma un chupito... ¡Yyyy estaaaba tan aguuustitooo!... que el muy santo varón la fue tomando conmigo. Había decenas de cámaras tirando fotografías, el muy bendito capullo solo se fijaba en la mía y eso que yo disparaba si flash. Me llegó a decir que tomara asiento o que abandonase el templo y yo como soy muy obediente me despedí de los asistentes y fui a la búsqueda de un bar. Al regreso ya estaban todos los invitados lanzándole arroz y pétalos a los esposados, yo que del bar venía entusiasmado exclamé ¡VIVAN LOS NOVIOS!... nadie me contestó, fue tanto a lo que el cura les obligó a alzar la voz durante la ceremonia que se habían quedado roncos, para no quedarme cortado yo mismo me contesté... ¡VIVAN! y muy correctamente aplaudieron girando las manos igual que los sordomudos.
Yo conociendo al padrino y sabiendo que es un cachondo mental le hice prometerme que el cura era de verdad, pues si yo no llego a ver que no llevaba gafas de sol... ¡juraría que era el MORERA!
El convite de gran categoría... ¡que pechá de comer! aun tengo las cebaduras en la barriga que me hicieron los botones de la camisa.
Aquí ya tenemos todos presente que el regalo a los novios se le ingresa en la cuenta corriente, pues en el pueblo por tradición los amigos le entregan el regalo sorpresa en el mismo banquete. ¡Y desde luego sí que fue sorprendente!... ¡después hablarán de los de Lepe!
Bien envuelto y con su lazo "colorao" colocaron en centro del salón un enorme cajón. Todos estábamos expectantes y cuando quitaron el envoltorio a la novia se le cambió el semblante. Era un váter lleno de mierda hasta las trancas, con su rollo de papel, su escobilla, su cisterna y alicatado a media altura. Dentro de la mierda (chocolate derretido) habían introducido una cantidad indeterminada de monedas para que en el plazo de un día el novio acertase la cantidad, en el caso de que fallase se vería de nuevo obligado a convidar. Este por lo menos quedó contento pues en la anterior boda metieron el dinero en un bloque de hormigón.
Juro ante las sagradas escrituras de S. Lucas de Frasca que todo lo contado es cierto y para que de fe pido que se pronuncie nuestro vecino Alfonso Márquez (Carraca 1 y 3), con el que coincidí y compartí buenos ratos en este grato evento.

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