YA
REGRESÉ DE LA BODA
Hoy al pulsar las teclas me
duelen las pestañas, ya a mi edad te pega 700 km. al volante y no es lo mismo
que antes que eras capaz de aguantar hasta mil sin una sola parada para bajarte
a mear, sin aire acondicionado, sin dirección asistida, sin regulador de
velocidad, sin autovías, las carreteras con más bultos que un calcetín lleno de
bolas, vomitándote los niños en la cogotera y todo esto mientras enrollabas las
cintas con un bolígrafo Bic porque el cassette andaba con el rebobinado
estropeado y toda la ralea que llevabas en el asiento de atrás dando botes, abollándote
el techo de dentro para fuera, sacando las cabezas por las ventanillas, no
había forma de tenerlos quieto ya que no existían los cinturones de seguridad y
desde antes de entrar en el coche ya te estaban preguntando: ¿Y cuándo vamos a
llegar?
Eso sí que era viajar...
¡NO, NI, NÁ!
Ya os advertí que estaría
unos días ausente motivado por un compromiso ineludible, me desplacé hasta la
provincia de Salamanca para la boda de un familiar. El nombre de la población
me lo reservo, no me he traído ninguna foto de recuerdo pues tenía menos
detalles que el salpicadero de un Seat Panda. Por este mismo motivo los novios
decidieron celebrar la ceremonia en la catedral vieja de la capital.
Más por cultura que por fe
en esta ocasión entré en el templo, de lo cual no me arrepiento, ya que aunque no
me empapé de cultura por poco me empapo los pantalones pues no me meé de
milagro y todo por culpa del cura.
Un sacerdote de los de
antaño que más que en seminario parece que cursó los estudios en un campamento
de legionarios. Cuando los asistentes tenían que repetir alguna frase de la homilía,
cómo pasa siempre, casi nadie se la sabía con lo que solo se escuchaba un
murmullo. El cura montó en cólera y hasta nos adjetivó con algún improperio,
por lo que a partir de ese momento alzó su voz a muchos decibelios obligando al
personal a que sus repeticiones fueran audibles... ¡un cura con dos cojones!
Es la primera vez en mi vida
que a mitad de una ceremonia el sacerdote abandona el altar, y es que al
parecer de la próstata debe de andar fatal y por unos instantes se largó a
soltar la meadita.
A la hora de preparar el
acto de consagración vi que llenó el copón hasta el mismo borde de vino y se lo
hincó entre pecho y espalda como el que se toma un chupito... ¡Yyyy estaaaba
tan aguuustitooo!... que el muy santo varón la fue tomando conmigo. Había
decenas de cámaras tirando fotografías, el muy bendito capullo solo se fijaba
en la mía y eso que yo disparaba si flash. Me llegó a decir que tomara asiento
o que abandonase el templo y yo como soy muy obediente me despedí de los
asistentes y fui a la búsqueda de un bar. Al regreso ya estaban todos los
invitados lanzándole arroz y pétalos a los esposados, yo que del bar venía
entusiasmado exclamé ¡VIVAN LOS NOVIOS!... nadie me contestó, fue tanto a lo
que el cura les obligó a alzar la voz durante la ceremonia que se habían
quedado roncos, para no quedarme cortado yo mismo me contesté... ¡VIVAN! y muy
correctamente aplaudieron girando las manos igual que los sordomudos.
Yo conociendo al padrino y
sabiendo que es un cachondo mental le hice prometerme que el cura era de
verdad, pues si yo no llego a ver que no llevaba gafas de sol... ¡juraría que
era el MORERA!
El convite de gran
categoría... ¡que pechá de comer! aun tengo las cebaduras en la barriga que me
hicieron los botones de la camisa.
Aquí ya tenemos todos
presente que el regalo a los novios se le ingresa en la cuenta corriente, pues
en el pueblo por tradición los amigos le entregan el regalo sorpresa en el
mismo banquete. ¡Y desde luego sí que fue sorprendente!... ¡después hablarán de
los de Lepe!
Bien envuelto y con su lazo "colorao"
colocaron en centro del salón un enorme cajón. Todos estábamos expectantes y
cuando quitaron el envoltorio a la novia se le cambió el semblante. Era un váter
lleno de mierda hasta las trancas, con su rollo de papel, su escobilla, su cisterna
y alicatado a media altura. Dentro de la mierda (chocolate derretido) habían introducido
una cantidad indeterminada de monedas para que en el plazo de un día el novio
acertase la cantidad, en el caso de que fallase se vería de nuevo obligado a
convidar. Este por lo menos quedó contento pues en la anterior boda metieron el
dinero en un bloque de hormigón.
Juro ante las sagradas
escrituras de S. Lucas de Frasca que todo lo contado es cierto y para que de fe
pido que se pronuncie nuestro vecino Alfonso Márquez (Carraca 1 y 3), con el
que coincidí y compartí buenos ratos en este grato evento.
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