EL
MOSQUITO OKUPA
Todo esta historia comenzó
la pasada semana. Mientras el enérgico levante hacía subir las bolsas del
Mercadona a la altura de globos sondas enredándose en los satélites de la NASA,
un mosquito tigre (de Bengala) llego arrastrado por el viento cómo el buitre
que vino a Cádiz al monumento y se coló con nocturnidad y alevosía por la
ventana de mi habitación, desde entonces no me abandona cómo el Rexona.
Ahora lo tengo en el hombro
y me sirve de gran ayuda pues cuando me atasco el me apunta alguna idea. He
tenido que aprender el significado de los distintos zumbidos para podernos
entender. Al principio resultaba desagradable ya que para estar a la moda insectívora
el año pasado se hizo la cirugía estética en Corporación Dermoestética y se
cambió la trompeta por una bubucela.
La primera noche fue una
primera toma de contacto terrorífica y desafortunada, tened en cuenta que nadie
nos había presentado y yo no sabía las intenciones que traía. Imaginad que te
soplan con una bubucela en la oreja a las tres de la "madrugá", pegué
un bote de la cama y me pegué al techo como una salamanquesa... la verdad sea
dicha que dicho salto no me supuso gran esfuerzo ya que como tengo el ropero empotrado
es el salto que empleo en contadas ocasiones...¿Pues para qué va a ser?...
¡Para desahogar mis santos cojones!.
Cogí el Raid e inundé la
habitación, por poco me asfixio yo mientras que el Aedes albopictus cogía hielo
de la nevera y se bebía el insecticida on the rocks. Se tomó todo el bote y ni tan
si quiera se colocó... también es verdad que para colocarse en este país está
la cosa más que imposible. Tras toda la noche en vela a toque de bubucela vi
como el sol salía tras la torre de Puntales, menos mal que el pensar en mis
vecinos me hizo reflexionar y fue lo que me ayudó a soltar el cuchillo
jamonero, pues yo ya no era dueño de mis actos, apoyaba la punta entre la tercera
y cuarta costilla y el mango contra la encimera, solo faltaba un golpe de
cadera a lo Shakira para que yo me fuese a la otra vida.
Volví a la habitación donde
el mosquito dormía plácidamente con las patitas cruzadas descansando la cabecita sobre la almohada de viscoelastic
y tapado con las sábanas del Burrito Blanco, después de toda la noche de juerga
seguro que no se despertaría hasta lo meno las doce... (todo el que tenga hijos
confirmará mi teoría)
¡Por fin llego la hora de la
venganza!... Me tapé la boca con un colador para parecerme a Hannibal Lecter y
causar mayor terror, cogí una chancla del cuarenta y tres... no se trata de una
reliquia es un número de pie, mi Santa con un simple parpadeo enseguida lo
captó y casi despierta al mosquito cuando me gritó: -¡de eso nada!... ¡Ni se te
ocurra mancharme las sábanas de sangre!
De vuelta la chancla a su pie
pasé al plan "B". Del tercer cajón de la mesita de noche en la esquina
derecha del fondo tras el bote de gotas para la otitis que caducó en el dos mil
dos, cogí unos auriculares con mucho sigilo... -¿Me estáis siguiendo el
hilo?... lo del sigilo era para no despertar al bicho... ¿y lo de los
auriculares?... ¿sería para no escuchar los desgarradores lamentos del mosquito
mientras moría lentamente entre mis manos?... ¡PUES NO! Los conecté al MP3, con
sumo cuidado para no alterarle el sueño se los puse donde yo creía que el
mosquito podía tener las orejas y puse el volumen a todo trapo con "El Tío
Calambres" de Luis Aguilé, yo pensé: - si no lo mato del susto lo mismo lo
electrocuto.
La que se sobresaltó fue la
parienta, con oído de alta sensibilidad y mano a la velocidad del rayo hizo volar su
treinta y ocho que aterrizó de forma
similar a una "guantá" del difunto Cuco sobre mi pómulo derecho y aunque
no es cómo el cuarenta y tres ¡pero también
duele!... ¡chocho!
Tras el escándalo que se lió
el mosquito se espabiló y alzó el vuelo mientras tocaba con su bubucela Paquito
el Chocolatero, eso me sonaba ya a cachondeo. Yo encendido de ira y apretando
las mandíbulas veía como el díptero
cabrón me hacía peinetas con su pata mientras se escondía tras las cortinas el
hijo de la gran China.
A las diez de la mañana y
sin ningún plan "C" solo me quedaba encomendarme a San Lucas de
Frasca, no fui a encenderle velas prefieres mejor que lo invites a un tinto con
Casera, pero soy tan devoto que me pasé con el tinto y se puso cómo una moto. Después
de darme un consejo lo vi desaparecer por la calle Carraca a ritmo de majorette
dándole vueltas a la muleta y lanzándola por los aires, por más de una vez temí
que la embarcaba en el balcón de los Angeriz.
San Lucas es que tiene habilidad,
mientras con una mano escribía el Puntales Digital y con la otra sostenía el vaso
de tubo, me contó un estudio que había hecho sobre las cualidades afrodisíacas
del queso payoyo. Con todos mis respetos lo interrumpí pues después de una
noche sin dormir yo no estaba para mucho rollo, y le dije:
-Profesor yo se que tiene que promocionar su
nuevo programa del consultorio sexual, pero lo mío con el mosquito me está
volviendo loco.
-Maestro... solo te diré...
que si no puedes con tu enemigo, únete a él.
Ese gran consejo hizo mella
en mis entendederas y al fin vi la luz (la de las escaleras que un vecino se la
había dejado encendida). Quise abrir la puerta pero el mosquito mamón había cambiado
la cerradura, menos mal que yo soy un manitas, con una radiografía y dos kilos
de goma2 hallé la solución... ¡Al carajo el portón!
Al final hemos firmado un
acuerdo de paz pero con condiciones, él
me ha prometido dejarme dormir siempre que yo le preste la carótida
cinco minutos a la hora del almuerzo y aunque ahora tengo el pescuezo como una
torta de Inés Rosales, a mí con dormir ya me vale. Cómo se ha enganchado al
facebook también me ha pedido que lo haga hijo adoptivo de Puntales... y yo se
lo he concedido... ¿qué queréis? si me da mucha compaña, ya lo considero cómo
un hijo y por un hijo ¿quién no daría su sangre?.
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