martes, 17 de julio de 2012


CUANDO EL CALOR APRIETA
Hoy puede ser un gran día, anunció el Gran Lucas, pero va a ser que no... sobre todo cuando depende de factores meteorológicos. De momento Eolo se ha quedado en la calle solo y a los locos nos tiene disparatados, aunque así que andaos con cuidado.
Puestos a recortar que le quite el hombre del tiempo al menos dos rayas a la flecha del Estrecho. Esto no hay quien lo aguante, Supermán fue por el pan y una racha de viento le hizo vela en la capa por lo que se hartó de pan... pan... pon... plin... cataplán. Ahora están los bomberos tratando de sacarlo de entre los hierros de una grúa de Astilleros. Aunque el gaché parece de Jerez, con el  levante más carajazo que ha dado y no se le ha despeinado el tupé. Trata de justificarse diciendo que el viento estaba contaminado con polvo de criptonita. -¡Polvo el que echó tu "pare"!... que tú... ¡aun montándotelo de machote las mallas te delatan!...¡pirata!
Ya la santa dice que de esta tarde no pasa, que se siente secuestrada en casa, que hay que salir porque se está viendo venir el síndrome de Estocolmo. Eso lo dice por mí ya que he desarrollado una relación de complicidad con el levante, es lógico ya que mi cueva funciona con energía eólica y cuando sopla en dos días tengo cargadas las baterías, es la única forma de que la cervecita esté fría.
-¡Pero cariño!... ¿dónde vamos a ir con la levantera que hace y con la que está cayendo?
-¿Donde hace en Cádiz más fresquito?
-¡Y yo que sé!
-¡Pues "pa" que lo sepas!... ¡nos vamos al Corte Inglés!
No me pareció mala idea, pues aunque parezca raro yo allí también disfruto, pero por si acaso nunca llevo la cartera.
Lo primero que hago es mosquear al vigilante de seguridad, a ese que está con la chaqueta "colorá" que más que uniforme parece un disfraz de pimiento del piquillo. Empiezo en la sección de perfumería, para crear ambiente uso los botes de Chanel cómo los de insecticida. Hasta que llega el chaval y muy educadamente me dice:
-¡Caballero eso es para probar!
-¡Pues de puta madre! ahora me lo llevo al bar, lo mezclo con Coca Cola y te digo como está.
Una simple mirada de la Santa desprende tal magnetismo que hasta tiene sonido, retumba como una "cachetá" y duele lo mismo. Esa ojeada o miramiento hace que yo suelte el bote y el guarda se quede contento.
Pasamos a complementos y para ver cómo se cabrea la Carmela me pruebo hasta las pamelas, menos mal que en público nunca me pega y antes de llegar a casa le prometo que para la próxima voy a ser bueno...¡palabrita del niño Jesús! (según la versión S. Lucas de Frasca)... ¡A veces da resultado!
En la sección de señoras me pego más de dos horas llevando y trayendo prendas de las perchas al probador y del probador a las perchas. Cómo ella ha perdido quince kilos le queda todo monísimo de la muerte... los quince que ella perdió yo me los encontré y ella también encontró la tarjeta en su monedero, con lo que no queda más remedio que pasar por caja y así hacemos de oro no siete días, si no los 365 al Corte Inglés.
Yo para no irme con las manos vacías miré una camiseta, se la enseño al dependiente y le pregunto:
-¿Tienes mi talla?
-¿Y cuál es?
-La XXL, pero asegúrate que sean en mayúsculas y negritas
Aunque entró con cierta dificultad me la pondré y el día cuatro apareceré por la plazoleta con mi camiseta y el logo impreso... ¡NO, NI, NÁ!


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