viernes, 27 de julio de 2012


Con tan solo una piedra

Son pinceladas mentales las que me aíslan, me abstraen , me llevan a otros momentos donde volando el pensamiento me devuelve a la niñez. No es que sean grandes historias pero sí se me agudizan los sentidos y aprecio como se hunde la arena bajo mis pies dejando grabadas las huellas de aquel cazado de goma hecho para veranos de pobres. Me agacho para coger una piedra húmeda que la marea ha ido limpiando y puliendo con el paso del tiempo, esa misma marea que con proceso inverso arruga y quema a golpe de sal el rostro del marinero.
Hace levante en calma, la mar como un espejo les niega a las olas luzcan sus blancos encajes, no hay viajes de ida y vuelta que les permitan murmurar. Solo rompe el silencio el graznido de una gaviota que posada sobre la proa de un bote lanza su grito al viento, al no obtener respuesta gira la cabeza y mete el pico bajo el ala acicalándose el plumaje.
Lanzo la piedra con maestría, cómo solo pueden hacerlo aquellos que nacieron a orillas de la bahía, dando dos, tres, cuatro... hasta diez saltos sobre el espejo marino sin llegarlo a romper, aunque deformado la imagen de todo lo reflejado y creando ondas que crecen en círculos perfectos que se difuminan en un lento balanceo, mientras camino de su lecho junto a un cangrejo ermitaño va hundiéndose la pelua llevada por su propia inercia.
¿Cómo poder expresar que el hecho de lanzar una piedra puede producir un efecto tan agradable?  

No hay comentarios:

Publicar un comentario