miércoles, 27 de junio de 2012


APÁTRIDA

Gracias a un gran esfuerzo, sacrificio y muchas horas de hincar los codos mi hija Laura ha conseguido aprobar el último examen de su diplomatura. Hoy me siento enormemente orgulloso y a la vez tremendamente triste. Orgulloso por creer que yo a la vez he logrado subir otro escalón más en la difícil tarea de ser padre, pienso ¡perdón! aseguro que mis hijos me han superado con creces en lo cultural,  en lo personal y en lo humano. Ellos han sido los auténticos currantes pero yo al menos arrimé los ladrillos ¡que no era otra cosa que mi deber! qué para eso ellos no eligieron nacer, fue decisión mía y de mi mujer (siempre el burro delante).
Triste por ver como con dos maletas y un título bajo el brazo a primero de mes se me va para el extranjero, y no es que vaya de crucero ni en un paquete vacacional. Va para aprender nuevas lenguas y para buscarse el currelo, cuantas horas de engullir teorías para acabar sirviendo copas o en una pizzería hasta que el nuevo idioma le permita encontrar algo relacionado con su titulación.
¿Cómo podemos dejar que nos roben a la juventud mejor cualificada de nuestra historia?
Políticos y banqueros que no saben vocalizar ni nuestro propio idioma, paridos en Las Alpujarras o en Pamplona, no les hizo falta emigrar, se quedaron en la poltrona para arruinar a esa clase media que con sangre, sudor y lágrimas consiguieron logros que ahora se le escatiman, viendo como se nos arranca parte del corazón.
Me vais a perdonar, pero de mi balcón no cuelgo ninguna bandera hasta no saber que nación les dará de comer a mis hijos, entonces esa será la bandera que cuelgue yo.
Mientras no paguen con penas de cárcel todos aquellos que han provocado esta situación, mientras que todos no tengamos los mismos derechos sean reyes o villanos, mientras que el gobierno siga para otro lado y como Judas se laven las manos, ¡lo siento mucho hermanos!... ¡pero yo, no me siento orgulloso de ser español!

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