APÁTRIDA
Gracias a un gran esfuerzo,
sacrificio y muchas horas de hincar los codos mi hija Laura ha conseguido
aprobar el último examen de su diplomatura. Hoy me siento enormemente orgulloso
y a la vez tremendamente triste. Orgulloso por creer que yo a la vez he logrado
subir otro escalón más en la difícil tarea de ser padre, pienso ¡perdón!
aseguro que mis hijos me han superado con creces en lo cultural, en lo personal y en lo humano. Ellos han sido
los auténticos currantes pero yo al menos arrimé los ladrillos ¡que no era otra
cosa que mi deber! qué para eso ellos no eligieron nacer, fue decisión mía y de
mi mujer (siempre el burro delante).
Triste por ver como con dos
maletas y un título bajo el brazo a primero de mes se me va para el extranjero,
y no es que vaya de crucero ni en un paquete vacacional. Va para aprender
nuevas lenguas y para buscarse el currelo, cuantas horas de engullir teorías
para acabar sirviendo copas o en una pizzería hasta que el nuevo idioma le
permita encontrar algo relacionado con su titulación.
¿Cómo podemos dejar que nos
roben a la juventud mejor cualificada de nuestra historia?
Políticos y banqueros que no
saben vocalizar ni nuestro propio idioma, paridos en Las Alpujarras o en
Pamplona, no les hizo falta emigrar, se quedaron en la poltrona para arruinar a
esa clase media que con sangre, sudor y lágrimas consiguieron logros que ahora
se le escatiman, viendo como se nos arranca parte del corazón.
Me vais a perdonar, pero de
mi balcón no cuelgo ninguna bandera hasta no saber que nación les dará de comer
a mis hijos, entonces esa será la bandera que cuelgue yo.
Mientras no paguen con penas
de cárcel todos aquellos que han provocado esta situación, mientras que todos
no tengamos los mismos derechos sean reyes o villanos, mientras que el gobierno
siga para otro lado y como Judas se laven las manos, ¡lo siento mucho
hermanos!... ¡pero yo, no me siento orgulloso de ser español!
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