miércoles, 30 de mayo de 2012


LAS REGLAS LAS PONE EL DESTINO
No hay mejor cultura que la callejera, os lo digo a ciencia cierta pues lo he sufrido en mis propias carnes morenas. ¡Pongo la mano sobre un queso Payoyo y juro solemnemente que aprendí más en mi barrio que en los años que pasé en el Instituto Columela! que por cierto repetí más que Masiel el "LA, LA, LA".
Hoy por respeto a los animales (exceptuando políticos corruptos, banqueros y monarcas) me he vuelto anti taurino. Pero he de confesar que de pequeño pequé, ya que con seis años tomé la alternativa en el albero de Arenal junto a la caseta de Elvira. Mi mozo de espada fue nada más y nada menos que Ortega, que para eso me las hacía en el taller de Vilela.
¡Como vacilaba al salir de mi casapuerta haciendo el paseíllo! no llevaba traje de luces pero si mis pantalones cortos y un polo azul celeste con unos cuantos lamparones... al fin y al cabo entre luces y lamparones solo hay una diferencia de watios.
No fue una tarde de gloria ya que acabé en la enfermería, y no por cogerme el toro... (¡si me llega a coger me matan con las almohadillas, ya que allí no había toro, era de mentiriquilla!)... tras la suerte de banderillas voy a saltar el burladero y me clavo una puntilla.
Mi hermano Fernando que hacía de "apoderao" y Faly "El Pilo" de peón de confianza por temor a que me desangrara no esperaron a la ambulancia... ¡a Cáritas del tirón!, y allí Sor Adoración cómo hábil cirujana me extrajo aquel punzón y de remate la inyección...¿pues cual va a ser?... ¡la del tétanos!... ¿no has visto que la puntilla estaba mohosa?.
El parte médico que se difundió en la prensa fue el siguiente:
A las 18.30h. ingresa en la enfermería de esta plaza el diestro Koe Casas "El niño del Dentista" presenta una herida producida por astilla de madera y clavo oxidado de 4 cm en la planta del pie derecho, con dos trayectorias (una de entrada y otra de salida) afectándole también a la suela de la sandalia de goma. Deberá de estar una semana convaleciente sin bañarse en la corriente.
Esa fue mi primera y última incursión en el mundo taurino, no me corté la coleta preferí que me cortaran el flequillo a lo Marcelino. Lo dejé como trofeo en las vitrinas de Diego El Varilla.
Ya cojo y sin taleguilla entregué los avíos de matar al Profesor Lucas que por aquellos años apoderaba a otros dos toreros, él para consolarme me regaló una guita y un trompo, le pedí dos reales de los de agujeros para que me sirvieran de tope entre los dedos y no se escapase la cuerda a la hora de lanzar la peonza (así le llamaban al trompo los que no eran de Puntales) y díjome:
EVANGELIO SENGÚN LUCAS:
Lucas 2.1 Sucedió que por aquellos días salió un edicto de Frasca que decía:- Hijo no te doy más ni un duro que "to" te lo gastas en la tasca.
Estaba claro que Lucas estaba más tieso que el codo de un playmóvil... ¡que por cierto! esta comparación no era de la época, pues lo que se llevaban entonces eran los cowboys... que en el puesto de Baldomero (actualmente el Covirán) si traían algún defecto no te devolvía el dinero, aunque le faltara una pierna él alegaba que habría sido en un duelo.
Con mi cuerda y con el trompo llegué hasta la plazoleta, para probar cómo bailaba lo lancé a la cagandeta, entre el corazón y el anular dejé deslizar la púa hasta levantarlo del suelo. Varios lustro han pasado pero aun siento el cosquilleo en la palma de la mano mientras el trompo gira, gira el mundo y gira la vida.
No fue casualidad y lo que pareció un accidente era el fruto del destino,  yo que quería ser torero terminé de tranviario aunque no lejos de los ruedos, pues si no llegué a matador me forjé como "picador" y han sido veinticinco años los que me he llevado picando en grandes plazas, avenidas y calles a lomos de un autobús. También recibí cornadas, pero esas me las dio la vida y para eso Sor Adoración no tiene la antitetánica.

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