EL
GOGGOMOVIL
Los primeros vehículos del
barrio fueron aquellas planchas de maderas provistas de ejes con rodamientos,
los famosos ROLILLOS, pero cómo Puntales no tenía cuestas se auto propulsaban
por las manos de un amigo que apoyadas
en tu espalda empujaban hasta completar
una vuelta a la plazoleta. Después de entrar en bóxer (el techillo) se hacía el
relevo y se repetía de nuevo el recorrido al circuito.
Había que tener destreza
esquivando los baches, eso no lo aprendimos de nuestros padre ya que lo de
esquivar baches no iba con ellos, los cogían todos... Ataulfo, Marcelino,
Cesar, Joaqui...etc.
Con el paso de los años
llegaron los primeros coches, en mis recuerdos quedaron algunos como el SEAT
1500 de Luis Freire, el SEAT 850 de Castañeda cuya matrícula era muy complicada
de aprender (CA-0000-B), poco más y lo dejan sin coche. El más limpio sin lugar
a dudas era el de la familia Mateo González, ese SEAT 600 que día tras días era
meticulosamente escamondado por el cabeza de familia, el mayordomo de la tele
no hubiese sido capaz de pasar el algodón por miedo a manchar el vehículo.
Ahora, para pedazo de coche
el primero que compró mi padre, ¡el GOGGOMOVIL!... digo pedazo porque para mí
que no estaba terminado, le faltaba un trozo, yo calculo que como mínimo un
metro. El 600 a su lado era una limusina.
Era de patente alemana y
fabricado en Baracaldo, bueno lo de fabricado es por decir algo, lo montaba en
la salita de su casa un vasco que se dedicaba a las miniaturas y a las maquetas
de barcos. De haberle puesto una guía de plástico y dos escobillas nos hubiese
servido para jugar al escalextric.
Contando que éramos diez de
familia, yo creo que papá no anduvo fino al elegir el utilitario o todo lo
contrario “anduvo de fino hasta las cejas”.
El día que llegó al barrio
toda la familia lo esperábamos como agua de mayo. Desde la esquina de Arenal lo
vimos entrar a la plazoleta por Nueva de Puntales, nos quedamos impresionados,
tan pequeño y con su color verde moco era como una cascarria con ruedas. Sus
300 C.C. de motor… para que quede claro, en el caso de este coche C.C. no
significaban centímetros cúbicos, si no COJONES. COJONES ya que había que tener
dos pares de estos para aguantar el peso de mi padre y el de mis dos hermanos mayores que venían con
él. Aunque era un niño ya tenía uso de razón y lo primero que dije fue: - ¡Por
favor que no caiga en un bache!... mi hermana Conchi contestó: - ¡No te
preocupes si se queda en un bache yo le doy la vuelta como a los cromos!... y
Makeke respondió: - ¡De eso nada…yo tengo aquí el trompo y lo saco de un
“puazo”!
Todo transcurrió con normalidad,
por suerte encontraron aparcamiento rápidamente… por suerte o porque el parque
móvil de Puntales en aquellas fechas era de tres vehículos, aunque de haber
querido lo podíamos haber subido a casa y colocarlo de adorno en el mueble bar.
Mi padre permanecía en el interior muy chulo
con su brazo por fuera apoyado en la ventanilla… la verdad es que no se si lo
del brazo fuera era por chulería o
porque no le cabía dentro.
-
¡Venga niños entrad que vamos a dar una
vuelta!
Aunque parezca increíble en
aquel coche entramos mi padre mi madre y los ocho hermanos, y así fue como se
inventó el TETRIS.
Fueron varios años los que
aquel GOGGOMOVIL formó parte de mi familia, en su último año mi hermano Quini
le cambió el claxon por una bocina, similar a la que usaba Harpo Marx, y con
esa bocina yo disfrutaba como no os podéis imaginar. Yendo de copiloto con
Quini (especialista en bromas y putadas) entrabamos por la calle José del Toro
y cuando llegábamos a la altura de algún peatón me decía que hiciese sonar el
artilugio, al pegar el bocinazo el viandante pegaba un salto y a punto del
infarto se acordaba de los difuntos de papá y de mamá.
El siguiente coche fue un
SIMCA 1000, y aunque no fuese por falta de ganas, nunca supe lo difícil que era
hacer el amor.
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