domingo, 20 de mayo de 2012


EL GOGGOMOVIL

Los primeros vehículos del barrio fueron aquellas planchas de maderas provistas de ejes con rodamientos, los famosos ROLILLOS, pero cómo Puntales no tenía cuestas se auto propulsaban por las manos de un  amigo que apoyadas en tu espalda  empujaban hasta completar una vuelta a la plazoleta. Después de entrar en bóxer (el techillo) se hacía el relevo y se repetía de nuevo el recorrido al circuito.
Había que tener destreza esquivando los baches, eso no lo aprendimos de nuestros padre ya que lo de esquivar baches no iba con ellos, los cogían todos... Ataulfo, Marcelino, Cesar, Joaqui...etc.
Con el paso de los años llegaron los primeros coches, en mis recuerdos quedaron algunos como el SEAT 1500 de Luis Freire, el SEAT 850 de Castañeda cuya matrícula era muy complicada de aprender (CA-0000-B), poco más y lo dejan sin coche. El más limpio sin lugar a dudas era el de la familia Mateo González, ese SEAT 600 que día tras días era meticulosamente escamondado por el cabeza de familia, el mayordomo de la tele no hubiese sido capaz de pasar el algodón por miedo a manchar el vehículo.
Ahora, para pedazo de coche el primero que compró mi padre, ¡el GOGGOMOVIL!... digo pedazo porque para mí que no estaba terminado, le faltaba un trozo, yo calculo que como mínimo un metro. El 600 a su lado era una limusina.
Era de patente alemana y fabricado en Baracaldo, bueno lo de fabricado es por decir algo, lo montaba en la salita de su casa un vasco que se dedicaba a las miniaturas y a las maquetas de barcos. De haberle puesto una guía de plástico y dos escobillas nos hubiese servido para jugar al escalextric.
Contando que éramos diez de familia, yo creo que papá no anduvo fino al elegir el utilitario o todo lo contrario “anduvo de fino hasta las cejas”.
El día que llegó al barrio toda la familia lo esperábamos como agua de mayo. Desde la esquina de Arenal lo vimos entrar a la plazoleta por Nueva de Puntales, nos quedamos impresionados, tan pequeño y con su color verde moco era como una cascarria con ruedas. Sus 300 C.C. de motor… para que quede claro, en el caso de este coche C.C. no significaban centímetros cúbicos, si no COJONES. COJONES ya que había que tener dos pares de estos para aguantar el peso de mi padre y  el de mis dos hermanos mayores que venían con él. Aunque era un niño ya tenía uso de razón y lo primero que dije fue: - ¡Por favor que no caiga en un bache!... mi hermana Conchi contestó: - ¡No te preocupes si se queda en un bache yo le doy la vuelta como a los cromos!... y Makeke respondió: - ¡De eso nada…yo tengo aquí el trompo y lo saco de un “puazo”!
Todo transcurrió con normalidad, por suerte encontraron aparcamiento rápidamente… por suerte o porque el parque móvil de Puntales en aquellas fechas era de tres vehículos, aunque de haber querido lo podíamos haber subido a casa y colocarlo de adorno en el mueble bar.
 Mi padre permanecía en el interior muy chulo con su brazo por fuera apoyado en la ventanilla… la verdad es que no se si lo del brazo  fuera era por chulería o porque no le cabía dentro.
-       ¡Venga niños entrad que vamos a dar una vuelta!
Aunque parezca increíble en aquel coche entramos mi padre mi madre y los ocho hermanos, y así fue como se inventó el TETRIS.
Fueron varios años los que aquel GOGGOMOVIL formó parte de mi familia, en su último año mi hermano Quini le cambió el claxon por una bocina, similar a la que usaba Harpo Marx, y con esa bocina yo disfrutaba como no os podéis imaginar. Yendo de copiloto con Quini (especialista en bromas y putadas) entrabamos por la calle José del Toro y cuando llegábamos a la altura de algún peatón me decía que hiciese sonar el artilugio, al pegar el bocinazo el viandante pegaba un salto y a punto del infarto se acordaba de los difuntos de papá y de mamá.
El siguiente coche fue un SIMCA 1000, y aunque no fuese por falta de ganas, nunca supe lo difícil que era hacer el amor.


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