SUPLANTACIÓN
DE IDENTIDAD
ATENCIÓN: “Tengan mucho
cuidado, durante esta Semana Santa se han apropiado de mi identidad, no lean
ningunas de mis historias, puede ser altamente peligroso, tanto como meterse un
destornillador en el ombligo y girarlo varias veces en el sentido contrario a
las agujas del reloj hasta que se le descuelguen los órganos genitales”
“Reenvíe este mensaje a todo
Puntales City, si rompe la cadena se verá condenado a llevarla a un taller de
joyería”.
Esto es un hecho real, no
pretendo que compartan mi desgracia pero tampoco se rían de ella, ya que mi
preocupación llega a límites insospechados. Esta mañana fui al bar para
encontrar CONSUELO… CONSUELO no estaba porque hoy le tocaba librar, pero estaba
su prima que está para ponerle un piso. Cuando me vio tan abatido me preguntó:
- ¿Qué te pongo?... A lo que yo contesté: - Me pones cachondo.
¿Cómo es posible que me
usurpen mi propio yo? Parece de ciencia ficción pero es tan indudable como la
muerte y las subidas de impuestos de Rajoy.
Todo sucedió por un antojo
de mi Santa. Estudios científicos avalados por la Mays Flays University
acreditan que si no hago caso a los caprichos de mi consorte pueden pasar seis
meses sin que baje al pilón. Tras poner los pros y los contras en una balanza
accedí, de no muy buenas ganas, a llevarla a ver LA BORRIQUITA.
Carmela no es que sea capillita
pero como su ahijada iba de penitente quería darle el gusto a la cría de verla
desfilar y sacarle una foto. Sintiéndome como una anchoa en lata me vi con mi
cámara en ristre por la calle Santiago. El primer penitente encargado de
dirigir el séquito era mi compadre y progenitor de la criatura, capirote de
terciopelo rojo, túnica blanca y varilla en mano, extrañado de verme en un acto
religioso disimuladamente se me acercó y me dijo: -¿Qué haces aquí cabeza? A lo
que contesté: -Viendo lo bien que te sienta el disfraz de pimiento del
piquillo. Mientras que se retiraba se despidió amablemente depositando sus
excrementos en mis difuntos.
Ahora había que localizar a
la niña entre diez mil penitentes todos vestidos igual y con el capirote
puesto, pero para eso Carmela lo borda, a codazos limpios se abrió paso ante la
multitud y a contracorriente del séquito fue dando jalones de los capirotes
hasta descubrir a la niña, la sacó de la comitiva y se plantaron delante de mí para
que yo las plasmara para la posteridad.
Yo pensé que con aquello ya
había acabado mi suplicio, pero aquella calle era de difícil escapatoria y
pacientemente me resigné a tragarme aquella parafernalia. Para colmo de males
cuando el paso hizo un descanso coincidió justo en mis narices la banda
municipal de Encinarejo de Abajo, el cateto que tocaba el bombo lo hacía igual
que si partiera adoquines en una cantera, cada vez que subía la maza yo me
tiraba cuerpo a tierra porque cuando la bajaba aquello sonaba como un petardo
de quinientos euros. Al cuarto de hora de pasar los músicos yo toda vía
temblaba más que un nudista en Alaska.
De tanto temblar se me
soltaron los cordones de los zapatos y cuando me agaché para atarlos note como
un manantial de cera hirviendo entraba por mi cuello y recorría mi espalda
hasta la rabadilla, solté dos lágrimas como la yema del huevo de un avestruz y
ante el “quejío” que di se hizo en la calle el silencio esperando el público la
continuación de la saeta, se formó la de San Quintín cuando vieron que la letra
de mi cante iba íntegramente dedicada a la madre del penitente. Se encabritó
hasta la borriquita, de allí salí vivo gracias a mi compadre que recordando las
películas del Brunete y usando la varilla a modo de catana logró imponer el
orden.
Ya de vuelta a casa realicé
mi propio Viacrucis aguantando el chaparrón de la Doña. Tras subir la Cuesta de
las calesas (vulgo El Calvario) para calmar los ánimos la invité a un cafelito
con churros en el Rio Saja. ¡Sorpresa! cuando a la hora de pagar me di cuenta
que alguno de los penitentes me había robado la cartera. Descubrí que dos cafés
con churros es el equivalente a hora y media de fregar vasos y platos.
Camino de comisaría para
poner la denuncia me fui pensando si ponerla por robo o por maltrato, pues la
que me estaba dando mi mujer no se la deseo ni a mi peor enemigo.
Después de redactar la
denuncia el policía me subió a la cuarta planta para enseñarme varios libros de
fotos para que yo identificase al ladrón, descarté a todos aquellos que no
llevaban capirote rojo y el agente me prometió que pronto resolverían el caso.
No me quedé muy conforme pues la pronunciación del funcionario era idéntica a
la del presidente del gobierno.
Ya en mi casa me fui al
ordenador para relajarme un poco y al conectar mi facebook observé con estupor
que me habían suplantado.
Si no os lo creéis mirad la
foto.
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