lunes, 9 de abril de 2012


SUPLANTACIÓN DE IDENTIDAD
ATENCIÓN: “Tengan mucho cuidado, durante esta Semana Santa se han apropiado de mi identidad, no lean ningunas de mis historias, puede ser altamente peligroso, tanto como meterse un destornillador en el ombligo y girarlo varias veces en el sentido contrario a las agujas del reloj hasta que se le descuelguen los órganos genitales”
“Reenvíe este mensaje a todo Puntales City, si rompe la cadena se verá condenado a llevarla a un taller de joyería”.
Esto es un hecho real, no pretendo que compartan mi desgracia pero tampoco se rían de ella, ya que mi preocupación llega a límites insospechados. Esta mañana fui al bar para encontrar CONSUELO… CONSUELO no estaba porque hoy le tocaba librar, pero estaba su prima que está para ponerle un piso. Cuando me vio tan abatido me preguntó: - ¿Qué te pongo?... A lo que yo contesté: - Me pones cachondo.
¿Cómo es posible que me usurpen mi propio yo? Parece de ciencia ficción pero es tan indudable como la muerte y las subidas de impuestos de Rajoy.
Todo sucedió por un antojo de mi Santa. Estudios científicos avalados por la Mays Flays University acreditan que si no hago caso a los caprichos de mi consorte pueden pasar seis meses sin que baje al pilón. Tras poner los pros y los contras en una balanza accedí, de no muy buenas ganas, a llevarla a ver LA BORRIQUITA.
Carmela no es que sea capillita pero como su ahijada iba de penitente quería darle el gusto a la cría de verla desfilar y sacarle una foto. Sintiéndome como una anchoa en lata me vi con mi cámara en ristre por la calle Santiago. El primer penitente encargado de dirigir el séquito era mi compadre y progenitor de la criatura, capirote de terciopelo rojo, túnica blanca y varilla en mano, extrañado de verme en un acto religioso disimuladamente se me acercó y me dijo: -¿Qué haces aquí cabeza? A lo que contesté: -Viendo lo bien que te sienta el disfraz de pimiento del piquillo. Mientras que se retiraba se despidió amablemente depositando sus excrementos en mis difuntos.
Ahora había que localizar a la niña entre diez mil penitentes todos vestidos igual y con el capirote puesto, pero para eso Carmela lo borda, a codazos limpios se abrió paso ante la multitud y a contracorriente del séquito fue dando jalones de los capirotes hasta descubrir a la niña, la sacó de la comitiva y se plantaron delante de mí para que yo las plasmara para la posteridad.
Yo pensé que con aquello ya había acabado mi suplicio, pero aquella calle era de difícil escapatoria y pacientemente me resigné a tragarme aquella parafernalia. Para colmo de males cuando el paso hizo un descanso coincidió justo en mis narices la banda municipal de Encinarejo de Abajo, el cateto que tocaba el bombo lo hacía igual que si partiera adoquines en una cantera, cada vez que subía la maza yo me tiraba cuerpo a tierra porque cuando la bajaba aquello sonaba como un petardo de quinientos euros. Al cuarto de hora de pasar los músicos yo toda vía temblaba más que un nudista en Alaska.
De tanto temblar se me soltaron los cordones de los zapatos y cuando me agaché para atarlos note como un manantial de cera hirviendo entraba por mi cuello y recorría mi espalda hasta la rabadilla, solté dos lágrimas como la yema del huevo de un avestruz y ante el “quejío” que di se hizo en la calle el silencio esperando el público la continuación de la saeta, se formó la de San Quintín cuando vieron que la letra de mi cante iba íntegramente dedicada a la madre del penitente. Se encabritó hasta la borriquita, de allí salí vivo gracias a mi compadre que recordando las películas del Brunete y usando la varilla a modo de catana logró imponer el orden.
Ya de vuelta a casa realicé mi propio Viacrucis aguantando el chaparrón de la Doña. Tras subir la Cuesta de las calesas (vulgo El Calvario) para calmar los ánimos la invité a un cafelito con churros en el Rio Saja. ¡Sorpresa! cuando a la hora de pagar me di cuenta que alguno de los penitentes me había robado la cartera. Descubrí que dos cafés con churros es el equivalente a hora y media de fregar vasos y platos.
Camino de comisaría para poner la denuncia me fui pensando si ponerla por robo o por maltrato, pues la que me estaba dando mi mujer no se la deseo ni a mi peor enemigo.
Después de redactar la denuncia el policía me subió a la cuarta planta para enseñarme varios libros de fotos para que yo identificase al ladrón, descarté a todos aquellos que no llevaban capirote rojo y el agente me prometió que pronto resolverían el caso. No me quedé muy conforme pues la pronunciación del funcionario era idéntica a la del presidente del gobierno.
Ya en mi casa me fui al ordenador para relajarme un poco y al conectar mi facebook observé con estupor que me habían suplantado.
Si no os lo creéis mirad la foto.

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