jueves, 15 de marzo de 2012


Un niño no deseado

Capítulo III

Puntales por navidad como en casi toda la humanidad se creaba un aire diferente, fueses o no creyente… entendedme cuando digo lo del  aire, metafóricamente me refiero al espíritu y no al viento, está claro que es distinto el levante en agosto que el norte en diciembre. ¿Entendido?, esto no va de tortillas de papas con crujientes de arena (plato típico veraniego) ni de sabañones en las orejas. Esto era algo más espiritual…aguinaldo al basurero, aguinaldo al cartero, aguinaldo al de las bombonas, aguinaldo al barrendero… pero sin ánimo de lucro igual que Urdangarín. Todo era paz y amor, como si fuésemos todos hermanos, ¿y para qué queríamos más? ¡si ya en casa éramos ocho!.
Da lo mismo, eran días de alegría, eso sí los polvorones en su fecha y a granel, y no como ahora que entre El Corte Inglés  Mercadona no nos dan un descanso “pa” repetir el ajo del gazpacho, ni quitarnos el aceite en los dedos de los pimientos fritos…¡Sres. Míos! ¿no entendéis, por favor, que en septiembre con el calor?... ¿Quién SE COME UN ALFAJORRRR…?
Volvamos a lo de antaño y así nos damos cuenta el montón que tenemos de años, ¡como para jugar al mangüiti o al contra!... ¡si ya me salen agujetas hasta cuando juego al parchís!
Greenpeace se fundó en puntales por aquellas navidades pues no había quien nos ganase a ecologistas ni defensores de los animales. En la mesa ni jamón ni langostinos, no como otros asesinos que aniquilan a la fauna. Para beber Anís del Mono, que tras dulce borrachera se reciclaba la botella y a golpe de tenedor hacíamos la percusión de los clásicos villancicos y hasta del Porompompón.
Si he de contar la verdad, diré que no trataba iguales a todos los animales…¡EL PAVO!... esto es punto y aparte.
23 de diciembre de mil novecientos sesenta y pico, era una hora temprana esperaba yo en el techillo junto al bar de Ataulfo a que bajase algún amigo. Tras la cabina de teléfono apareció Miguelito Castañeda con un cuchillo como la Colada del Cid y tras él, cuál fue mi sorpresa, atado con una cuerda de cáñamo al pescuezo un pavo negro zaino con unos mocos granate que le arrastraban por los suelos.
-¡Koe!...¿te vienes a los Campillos “pa” matar al pavo?
-¿Mariquiqui lo sabe?
-¡Claro picha, si me lo mandado ella!
Miraba al pavo y veía a algún hermano mío, eso me hizo asentir. Sería grata la sensación de cortar algún gaznate y esta era la ocasión.
Jalábamos de la cuerda camino de los campillos, el pavo presintiendo su ejecución hacía uso de su espolón y consiguió agarrarse al parachoques del coche de Puntales. Hizo falta un adoquín “pa” soltar al pajarraco. Con el pavo cojeando, de la soga yo tirando y Miguelito empujando…¡que cante íbamos dando!, pero por fin ya llegamos a un patíbulo improvisado tras el patio de los ciegos.
Con la daga en la diestra y el pescuezo en la siniestra vino a decirme Miguel.
-¡Agarra al vicho!
El ave viéndose en las últimas luchaba como GLADIATOR, yo batallé como un jabato pero el pavo me podía, hasta con la pata chunga me endiñó “comía”. Llegó un momento que temí más por mi vida que él mismo por la suya.
A todo esto Miguel viendo la bravura del rival sin atinar donde daba le asestó tres “puñalás”, el pavo se puso a cantar con mucho sentimiento…¡coño, si es que le dolía!. Así pasó medio día con el pavo revolcaos dándole por todo “laos” hasta ahogar sus lamentos.
Aunque os parezca un cuento esto es pura realidad. Y si lo siento es por Mariquiqui, ya que aquella Nochebuena a la hora de cenar en vez de pavo “asao” no le quedó más remedio que comer pavo a lo “siniestrao”.
Mañana marcho a mi cueva, no me seáis impacientes y esperar el próximo relato “pa” la semana siguiente.

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