Un
niño no deseado
Capítulo
III
Puntales por navidad como en
casi toda la humanidad se creaba un aire diferente, fueses o no creyente…
entendedme cuando digo lo del aire, metafóricamente
me refiero al espíritu y no al viento, está claro que es distinto el levante en
agosto que el norte en diciembre. ¿Entendido?, esto no va de tortillas de papas
con crujientes de arena (plato típico veraniego) ni de sabañones en las orejas.
Esto era algo más espiritual…aguinaldo al basurero, aguinaldo al cartero,
aguinaldo al de las bombonas, aguinaldo al barrendero… pero sin ánimo de lucro
igual que Urdangarín. Todo era paz y amor, como si fuésemos todos hermanos, ¿y
para qué queríamos más? ¡si ya en casa éramos ocho!.
Da lo mismo, eran días de
alegría, eso sí los polvorones en su fecha y a granel, y no como ahora que entre
El Corte Inglés Mercadona no nos dan un
descanso “pa” repetir el ajo del gazpacho, ni quitarnos el aceite en los dedos
de los pimientos fritos…¡Sres. Míos! ¿no entendéis, por favor, que en
septiembre con el calor?... ¿Quién SE COME UN ALFAJORRRR…?
Volvamos a lo de antaño y
así nos damos cuenta el montón que tenemos de años, ¡como para jugar al
mangüiti o al contra!... ¡si ya me salen agujetas hasta cuando juego al
parchís!
Greenpeace se fundó en
puntales por aquellas navidades pues no había quien nos ganase a ecologistas ni
defensores de los animales. En la mesa ni jamón ni langostinos, no como otros
asesinos que aniquilan a la fauna. Para beber Anís del Mono, que tras dulce
borrachera se reciclaba la botella y a golpe de tenedor hacíamos la percusión de
los clásicos villancicos y hasta del Porompompón.
Si he de contar la verdad,
diré que no trataba iguales a todos los animales…¡EL PAVO!... esto es punto y
aparte.
23 de diciembre de mil
novecientos sesenta y pico, era una hora temprana esperaba yo en el techillo
junto al bar de Ataulfo a que bajase algún amigo. Tras la cabina de teléfono
apareció Miguelito Castañeda con un cuchillo como la Colada del Cid y tras él, cuál
fue mi sorpresa, atado con una cuerda de cáñamo al pescuezo un pavo negro zaino
con unos mocos granate que le arrastraban por los suelos.
-¡Koe!...¿te
vienes a los Campillos “pa” matar al pavo?
-¿Mariquiqui
lo sabe?
-¡Claro
picha, si me lo mandado ella!
Miraba al pavo y veía a
algún hermano mío, eso me hizo asentir. Sería grata la sensación de cortar
algún gaznate y esta era la ocasión.
Jalábamos de la cuerda
camino de los campillos, el pavo presintiendo su ejecución hacía uso de su
espolón y consiguió agarrarse al parachoques del coche de Puntales. Hizo falta
un adoquín “pa” soltar al pajarraco. Con el pavo cojeando, de la soga yo
tirando y Miguelito empujando…¡que cante íbamos dando!, pero por fin ya
llegamos a un patíbulo improvisado tras el patio de los ciegos.
Con la daga en la diestra y
el pescuezo en la siniestra vino a decirme Miguel.
-¡Agarra al vicho!
El ave viéndose en las
últimas luchaba como GLADIATOR, yo batallé como un jabato pero el pavo me
podía, hasta con la pata chunga me endiñó “comía”. Llegó un momento que temí
más por mi vida que él mismo por la suya.
A todo esto Miguel viendo la
bravura del rival sin atinar donde daba le asestó tres “puñalás”, el pavo se
puso a cantar con mucho sentimiento…¡coño, si es que le dolía!. Así pasó medio
día con el pavo revolcaos dándole por todo “laos” hasta ahogar sus lamentos.
Aunque os parezca un cuento
esto es pura realidad. Y si lo siento es por Mariquiqui, ya que aquella Nochebuena
a la hora de cenar en vez de pavo “asao” no le quedó más remedio que comer pavo
a lo “siniestrao”.
Mañana marcho a mi cueva, no
me seáis impacientes y esperar el próximo relato “pa” la semana siguiente.
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