Haría
cualquier cosa por recuperar la juventud... excepto hacer ejercicio, madrugar,
o ser un miembro útil de la comunidad.
Oscar
Wilde
A finales de los sesenta,
como caída del cielo, llegó al barrio la revolución.
Hasta entonces vivíamos
tranquilos como aldeanos… ¡teníamos hasta vaquería!, recuerdo las vacas pastar
por el verde del Campillo y juntos a ellas jugaban los niños sus partidillos,
eran mansas no envestían pero tenían su peligro, sobre todo sin entusiasmado en
el juego mirabas a quién centrar sin observar la “majá” que cerca dejó la
vaca…¡¡¡chass!!!...hasta el tobillo de caca y pringándose el balón ya salió con
dirección a la frente del delantero… ¡ golazo, pedazo gol ¡… ¿Pedazo?... ¡ uff
!.. ¡ pestazo!, el que llevaban los dos, uno en coco y otro en la pata. Y aquí
no queda lo peor, porque si el partido fue en miércoles hasta el sábado no
tocaba baño (en una bañera de cinc en la que las madres cambiaban el agua cada
tres o cuatro niños, al final en el fondo quedaban sedimentos de chicharrones
con manteca colorá). Los días se te hacían años, ya nadie se te acercaba, y si
alguien preguntaba ¿Qué es lo que te pasa, que estás tan solo? Los graciosos
contestaban:
-¡Es que este niño es muy repelente!.
Exiliados mandaban al barrio
a curas que en el seminario como la mierda de vaca, según el Sr. Obispo,
apestaban a “rojillos”. El del bonete se creía que como Puntales estaba junto
al Cerro del Moro, los estaría enviando cerca del África Sub-Sahariana, pensando que
nosotros éramos una tribu de caníbales y nos comeríamos a los curas desleales
al régimen.
Le salió la cosa rana, y de
la tarde a la mañana de ser el portal de Belén se convirtió Puntales en la Cuba
de Fidel, pero no porque nos revolucionaron curas, si no porque nosotros los
revolucionamos a ellos. Y de otra tarde a otra mañana colgaron todas las
sotanas., ¡bueno!... algunos se la arremangaron.
El Sr. Obispo seguía con su
teoría de que éramos africano y mandó construir tres barracones para refugiados
donde poder adoctrinarlos en el catolicismo. Otra vez la cagó, del catolicismo
ya conocíamos el cuarto de las ratas en las monjas y los desfiles al ritmo de “soldadito español”, además del
dolor de brazo que te quedaba después de ser obligados a cantar el “cara al sol”
antes de entrar a clase.
Pasamos de cantar al padre
Usera, que además nadie conocía a ese fulano, y hasta el Cototo y Mangano
comulgaron con Serrat, Paco Ibañez y Victor Jara.
Ese gran almacén de
curiosidad llamado juventud creó su propia doctrina en aquellos barracones
donde respiraron LIBERTAD en un país donde esa palabra era innombrable a golpe de
bendiciones y sables.
Como dijo Shakespeare “LA
SANGRE JOVEN NO OBEDECE UN VIEJO MANDATO”.
Todos aquellos sueños de
revolución se fueron apagando con la muerte del tirano, acostado en un colchón
y no ante un pelotón como todos deseábamos.
Fue mi joven generación la
que ante la desilusión de una democracia descafeinada y con BORBÓN, quiso
saltar barreras, borrar del mapa fronteras, vivir y sentir sensaciones hasta
entonces desconocidas.
¿Qué íbamos a hacer?, ya no teníamos al Che,
la primavera de Praga se fue quedando en las bragas, y al mayo francés se le
cayeron las hojas. Arrojamos la toalla y nos convertimos en cobayas para mafias
de la droga.
Con rapidez fuimos cayendo
al abismo, daba igual, daba lo mismo. Fuimos libres de escoger una juventud
eterna, no nos temblaban las piernas, fuimos la primera línea de la infantería en
una guerra que no iba con nosotros.
Hoy con secuelas de aquellas
batallas maldigo a los generales que a lomos de su “CABALLO” colgaron en su
pechera medallas manchadas en sangre, mientras la joven infantería siempre
joven moriría en el barro de las trincheras.
DEDICADOS A LOS AMIGOS Y
HERMANOS QUE RENUNCIARON A SER VIEJOS
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