martes, 20 de marzo de 2012





Haría cualquier cosa por recuperar la juventud... excepto hacer ejercicio, madrugar, o ser un miembro útil de la comunidad.
Oscar Wilde

A finales de los sesenta, como caída del cielo, llegó al barrio la revolución.
Hasta entonces vivíamos tranquilos como aldeanos… ¡teníamos hasta vaquería!, recuerdo las vacas pastar por el verde del Campillo y juntos a ellas jugaban los niños sus partidillos, eran mansas no envestían pero tenían su peligro, sobre todo sin entusiasmado en el juego mirabas a quién centrar sin observar la “majá” que cerca dejó la vaca…¡¡¡chass!!!...hasta el tobillo de caca y pringándose el balón ya salió con dirección a la frente del delantero… ¡ golazo, pedazo gol ¡… ¿Pedazo?... ¡ uff !.. ¡ pestazo!, el que llevaban los dos, uno en coco y otro en la pata. Y aquí no queda lo peor, porque si el partido fue en miércoles hasta el sábado no tocaba baño (en una bañera de cinc en la que las madres cambiaban el agua cada tres o cuatro niños, al final en el fondo quedaban sedimentos de chicharrones con manteca colorá). Los días se te hacían años, ya nadie se te acercaba, y si alguien preguntaba ¿Qué es lo que te pasa, que estás tan solo? Los graciosos contestaban:
-¡Es que este niño es muy repelente!.
Exiliados mandaban al barrio a curas que en el seminario como la mierda de vaca, según el Sr. Obispo, apestaban a “rojillos”. El del bonete se creía que como Puntales estaba junto al Cerro del Moro, los estaría enviando  cerca del África Sub-Sahariana, pensando que nosotros éramos una tribu de caníbales y nos comeríamos a los curas desleales al régimen.
Le salió la cosa rana, y de la tarde a la mañana de ser el portal de Belén se convirtió Puntales en la Cuba de Fidel, pero no porque nos revolucionaron curas, si no porque nosotros los revolucionamos a ellos. Y de otra tarde a otra mañana colgaron todas las sotanas., ¡bueno!... algunos se la arremangaron.
El Sr. Obispo seguía con su teoría de que éramos africano y mandó construir tres barracones para refugiados donde poder adoctrinarlos en el catolicismo. Otra vez la cagó, del catolicismo ya conocíamos el cuarto de las ratas en las monjas y los desfiles  al ritmo de “soldadito español”, además del dolor de brazo que te quedaba después de ser obligados a cantar el “cara al sol” antes de entrar a clase.
Pasamos de cantar al padre Usera, que además nadie conocía a ese fulano, y hasta el Cototo y Mangano comulgaron con Serrat, Paco Ibañez y Victor Jara.
Ese gran almacén de curiosidad llamado juventud creó su propia doctrina en aquellos barracones donde respiraron LIBERTAD en un país donde esa palabra era innombrable a golpe de bendiciones y sables.
Como dijo Shakespeare “LA SANGRE JOVEN NO OBEDECE UN VIEJO MANDATO”.
Todos aquellos sueños de revolución se fueron apagando con la muerte del tirano, acostado en un colchón y no ante un pelotón como todos deseábamos.
Fue mi joven generación la que ante la desilusión de una democracia descafeinada y con BORBÓN, quiso saltar barreras, borrar del mapa fronteras, vivir y sentir sensaciones hasta entonces desconocidas.
 ¿Qué íbamos a hacer?, ya no teníamos al Che, la primavera de Praga se fue quedando en las bragas, y al mayo francés se le cayeron las hojas. Arrojamos la toalla y nos convertimos en cobayas para mafias de la droga.
Con rapidez fuimos cayendo al abismo, daba igual, daba lo mismo. Fuimos libres de escoger una juventud eterna, no nos temblaban las piernas, fuimos la primera línea de la infantería en una guerra que no iba con nosotros.
Hoy con secuelas de aquellas batallas maldigo a los generales que a lomos de su “CABALLO” colgaron en su pechera medallas manchadas en sangre, mientras la joven infantería siempre joven moriría en el barro de las trincheras.
DEDICADOS A LOS AMIGOS Y HERMANOS QUE RENUNCIARON A SER VIEJOS





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