La reencarnación Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez
Cevallos
Uno de los autores más destacados
de la historia de la literatura española, amigo de lo conciso, ingenioso en el
juego de palabras, picaresco y satírico. Lo que queráis saber de él lo podréis
buscar en Wikipedia, yo solo os contaré lo que para todos es desconocido y así
adelantarme al Iker Jiménez que con su Cuarto Milenio ya anda tras esta
investigación.
Nacido en Madrid el 14 de
Septiembre de 1580, muere en Villanueva de los Infantes el 8 de Septiembre de
1645.
Podréis comprobar que fue el
primer INDIGNADO de su época ya que
estando a punto de jubilarse a los 65 y sabiendo que el tatatarabuelo de Rajoy
pretendía alargar la jubilación a los 67, dijo.
Con seseo son tus
deseos
Que curre de más
veinticuatro meses
A tus castas irán mis
heces
Y ojalá te mire un
tuerto
Que antes que esclavo
Prefiero muerto.
Y así se marchó D. Francisco
antes de cumplir los sesenta y cinco, no sin antes sacar su ingenio y con pícara
verborrea pidiera un último deseo a cualquier divinidad.
-Si existe un más allá, espero
por una simple razón que no se encuentre muy lejos ya que los huesos se mueven
al ritmo de mi bastón, que no estoy para una maratón, prefiero la reencarnación
y que sea hombre de nuevo, pero por favor en lo del currar te pido que ni en lo
físico ni en lo mental. Aunque mi herramienta fue la pluma en esta vida curre
un taco, prémiame en la siguiente con un colchón de los Mónaco.
Otorgó la divinidad el deseo del
escritor, pero como es lógico en la burocracia su expediente se extravió y llegó su
reencarnación allá por el siglo XX.
Al principio y por su deseo de no
trabajar lo quisieron alejar de la corte y mandarlo para el norte, pero el
muerto protestó.
-Otra vez te pido dios…pal norte
no, que la gentes son muy malage. Déjame elegir el viaje a las cálidas tierras
del sur, a un sitio con playa, de gente humilde y graciosa, eso sí donde haya
una plaza para estar pendiente de los cuchicheos, y tascas donde el vino haga
libre el cachondeo, donde no falte la música, y aunque tu enemistad sea patente
con el vecino de enfrente cuando llegue una desgracia en tu casa dejas que
entre y en tu copa se caliente.
-¡Basta ya de tantos
deseos…Quevedo que me mosqueo!
-Todo poderoso…es que la demora
fue larga
-Bueno…¡jartible!...concederé tus
deseos
-¿Te vale Puntales?
-Como tú eres el que mandas…pues
¡vale!
Y con esta solución llegó La
reencarnación Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, vecino
del Careta, el de los caballos.
Ya al renacer le dijo a la
comadrona:
-Este parto va pa largo, que yo
de correr ni en broma.
Tras el primer susto que se llevó
la señora aun fue peor el segundo, puesto que fue necesario la cesárea, no por
que el niño fuese grande, ni el cordón estuviere en el cuello liado… fue porque
el malandrín de piernas venía cruzado y sentado en una silla de tijera.
Aunque parco era en palabras en
su bautismo volvió a hacer uso de la oratoria, ante la pila y con mucha
parsimonia díjole al Sr. Cura.
- Si no es mucha la molestia
suprima lo de Francisco Gómez Villegas y Santibáñez Ceballos, y déjalo
simplemente en QUEVEDO.
Al cura le dio un pasmo y hubo
que aflojarle el alzacuello para que pudiese respirar, medio repuesto del
sofoco le tiró el agua desde lejos mientras en una nada ortodoxa homilía y
poniendo los pies en polvorosa, dijo:
-Yo te bautizo QUEVEDO, y ¡hasta luego
Lucasssss!.
De esta manera de cara al futuro,
se ahorro el Quevedo tinta y sobre todo trabajo a la hora de firmar.
Siendo un niño solo jugaba ”al
guerrero del antifaz sin mover….”, ya que como decía la canción no tenía que
moverse. Las bolas y el trompo no estaban hechos para su delicada columna
vertebral.
Nunca se casó, era evidente que
lo de coger en brazos a la novia para cruzar el umbral de la puerta era harina
de otro costal. Cuando llegó su madurez acampó con su silla en la puerta del
bar de Joaqui y allí siempre esperaba al alma caritativa que lo convidara, no
por falta de dinero, sino por no levantarse de la silla ya que el que lo
invitaba de camino que pagaba le acercaba el vaso.
Como Lázaro se levantó y caminó
pero no por un milagro, sino porque Juaqui cerró el negocio. Tardó 48 horas de
la puerta de Juaqui a la del bar de Ataulfo, y en esa nueva ubicación y a la
sombra del techillo continuó su acampada.
Fue en aquel lugar donde
descubrió, tras caerle en la cabeza una calicha del techo, la ley de la
gravitación universal. Más tarde, escuchando la conversación de dos niños que
esperaban el autobús, se entero que otro tío llamado Newton la había
descubierto antes. No le dio la menor importancia, lo único que pensó, por pura
deducción, que Newton sería Quevedo en inglés.
Como en todos lados en Puntales también
hay personas que no se sienten en paz consigo mismo sino se meten en la vida de
los demás, y cierto día uno de estos metomentodo (era de la marina… ¡mentira,
que es broma) quiso con una fabula intentar cambiar el modus vivendi de
Quevedo, y al igual que si se tratase de un analfabeto se dirigió a Quevedo con
cierta prepotencia:
-¡Quevedo!...
El oyente levantó la cabeza con
ritmo pausado y contestó:
-¡He!
A lo que el enterao le soltó una
parafernalia.
-Dos hombres se dedicaron un día
entero a cortar leña. Uno de ellos trabajó sin detenerse a descansar, y junto
una pila de leños bastante grande. El otro lo hizo durante lapsos de cincuenta
minutos, con otros intercalados de diez minutos en los que descanso. Al
terminar sin embargo tenía una pila de leños mucho mayor. ¿Como pudiste cortar
tanta leña? le preguntó el hombre que trabajo sin descanso. Esta fue la
respuesta: Mientras descansaba, afilaba el hacha.
-¿Qué te parece Quevedo?
Contestando Quevedo:
-¡Carajote, dile a Thomas Welch
que yo tengo bombona!
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