martes, 13 de marzo de 2012



La reencarnación Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos

Uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española, amigo de lo conciso, ingenioso en el juego de palabras, picaresco y satírico. Lo que queráis saber de él lo podréis buscar en Wikipedia, yo solo os contaré lo que para todos es desconocido y así adelantarme al Iker Jiménez que con su Cuarto Milenio ya anda tras esta investigación.
Nacido en Madrid el 14 de Septiembre de 1580, muere en Villanueva de los Infantes el 8 de Septiembre de 1645.
Podréis comprobar que fue el primer INDIGNADO  de su época ya que estando a punto de jubilarse a los 65 y sabiendo que el tatatarabuelo de Rajoy pretendía alargar la jubilación a los 67, dijo.
Con seseo son tus deseos
Que curre de más veinticuatro meses
A tus castas irán mis heces
Y ojalá te mire un tuerto
Que antes que esclavo
Prefiero muerto.
Y así se marchó D. Francisco antes de cumplir los sesenta y cinco, no sin antes sacar su ingenio y con pícara verborrea pidiera un último deseo a cualquier divinidad.
-Si existe un más allá, espero por una simple razón que no se encuentre muy lejos ya que los huesos se mueven al ritmo de mi bastón, que no estoy para una maratón, prefiero la reencarnación y que sea hombre de nuevo, pero por favor en lo del currar te pido que ni en lo físico ni en lo mental. Aunque mi herramienta fue la pluma en esta vida curre un taco, prémiame en la siguiente con un colchón de los Mónaco.
Otorgó la divinidad el deseo del escritor, pero como es lógico en la burocracia  su expediente se extravió y llegó su reencarnación allá por el siglo XX.
Al principio y por su deseo de no trabajar lo quisieron alejar de la corte y mandarlo para el norte, pero el muerto protestó.
-Otra vez te pido dios…pal norte no, que la gentes son muy malage. Déjame elegir el viaje a las cálidas tierras del sur, a un sitio con playa, de gente humilde y graciosa, eso sí donde haya una plaza para estar pendiente de los cuchicheos, y tascas donde el vino haga libre el cachondeo, donde no falte la música, y aunque tu enemistad sea patente con el vecino de enfrente cuando llegue una desgracia en tu casa dejas que entre y en tu copa se caliente.
-¡Basta ya de tantos deseos…Quevedo que me mosqueo!
-Todo poderoso…es que la demora fue larga
-Bueno…¡jartible!...concederé tus deseos
-¿Te vale Puntales?
-Como tú eres el que mandas…pues ¡vale!
Y con esta solución llegó La reencarnación Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, vecino del Careta, el de los caballos.
Ya al renacer le dijo a la comadrona:
-Este parto va pa largo, que yo de correr ni en broma.
Tras el primer susto que se llevó la señora aun fue peor el segundo, puesto que fue necesario la cesárea, no por que el niño fuese grande, ni el cordón estuviere en el cuello liado… fue porque el malandrín de piernas venía cruzado y sentado en una silla de tijera.
Aunque parco era en palabras en su bautismo volvió a hacer uso de la oratoria, ante la pila y con mucha parsimonia díjole al Sr. Cura.
- Si no es mucha la molestia suprima lo de Francisco Gómez Villegas y Santibáñez Ceballos, y déjalo simplemente en QUEVEDO.
Al cura le dio un pasmo y hubo que aflojarle el alzacuello para que pudiese respirar, medio repuesto del sofoco le tiró el agua desde lejos mientras en una nada ortodoxa homilía y poniendo los pies en polvorosa, dijo:
 -Yo te bautizo QUEVEDO, y ¡hasta luego Lucasssss!.
De esta manera de cara al futuro, se ahorro el Quevedo tinta y sobre todo trabajo a la hora de firmar.
Siendo un niño solo jugaba ”al guerrero del antifaz sin mover….”, ya que como decía la canción no tenía que moverse. Las bolas y el trompo no estaban hechos para su delicada columna vertebral.
Nunca se casó, era evidente que lo de coger en brazos a la novia para cruzar el umbral de la puerta era harina de otro costal. Cuando llegó su madurez acampó con su silla en la puerta del bar de Joaqui y allí siempre esperaba al alma caritativa que lo convidara, no por falta de dinero, sino por no levantarse de la silla ya que el que lo invitaba de camino que pagaba le acercaba el vaso.
Como Lázaro se levantó y caminó pero no por un milagro, sino porque Juaqui cerró el negocio. Tardó 48 horas de la puerta de Juaqui a la del bar de Ataulfo, y en esa nueva ubicación y a la sombra del techillo continuó su acampada.
Fue en aquel lugar donde descubrió, tras caerle en la cabeza una calicha del techo, la ley de la gravitación universal. Más tarde, escuchando la conversación de dos niños que esperaban el autobús, se entero que otro tío llamado Newton la había descubierto antes. No le dio la menor importancia, lo único que pensó, por pura deducción, que Newton sería Quevedo en inglés.
Como en todos lados en Puntales también hay personas que no se sienten en paz consigo mismo sino se meten en la vida de los demás, y cierto día uno de estos metomentodo (era de la marina… ¡mentira, que es broma) quiso con una fabula intentar cambiar el modus vivendi de Quevedo, y al igual que si se tratase de un analfabeto se dirigió a Quevedo con cierta prepotencia:
-¡Quevedo!...
El oyente levantó la cabeza con ritmo pausado y contestó:
-¡He!
A lo que el enterao le soltó una parafernalia.
-Dos hombres se dedicaron un día entero a cortar leña. Uno de ellos trabajó sin detenerse a descansar, y junto una pila de leños bastante grande. El otro lo hizo durante lapsos de cincuenta minutos, con otros intercalados de diez minutos en los que descanso. Al terminar sin embargo tenía una pila de leños mucho mayor. ¿Como pudiste cortar tanta leña? le preguntó el hombre que trabajo sin descanso. Esta fue la respuesta: Mientras descansaba, afilaba el hacha.
-¿Qué te parece Quevedo?
Contestando Quevedo:
-¡Carajote, dile a Thomas Welch que yo tengo bombona!

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