jueves, 28 de noviembre de 2013

CAPÍTULO II

EL PUNTALIS ROMANUS

Perdonad que durante varios días os tuviese huérfanos de historia, pero ando en manos de galenos y cuando estos señores se ponen a investigar jamás traen nada bueno. Al menos yo nunca vi que tras una analítica te diesen el resultado de una primitiva de seis aciertos, lo cierto es que están indagando tanto que estoy por decirles que yo fui el asesino de Kennedy o el toro que mató a Manolete y que me dejen en paz... ¡si al final dentro de cien años todos calvos!

Mi mente es como una lavadora centrifugando por lo que a veces con el exceso de revoluciones hago lo que me sale de los cojones y cambié el orden de los capítulos sin ton ni son, por lo que ahora me veo obligado a retroceder unos siglos y volver a la época romana.
La verdad sea dicha que en esta ocasión no me hizo falta mucha investigación ya que gracias a mi afición a los cines de verano anduve bien informado, entre el Brunete y el Maravillas quien no se tragó Ben-Hur, Espartaco y los diez gladiadores, Golfus de Roma, etc...
La época fenicia acabó con una crisis que no fue capaz de soportar ni Benito del Moral, ellos que dependían del comercio se vieron obligados a echar el cierre, coger de nuevo los barcos e irse al carajo remando.
Aprovechando el vacío de poder se colaron los romanos en un vuelo barato de Ryanair, llegaron al aeropuerto de Jerez y tomando los caballos de la escuela ecuestre en menos de un rato ya estaban haciendo su entrada triunfal a la altura del Ventorrillo del Chato.
Al menos estas gentes eran tan listos que sabían hasta el latín y con ellos vino un secretario del juzgado llamado Cesar que llegó a ser emperador, los de puntales en su honor le dedicaron un ultramarino-bar y cuando lo vino a inaugurar le enseñaron a jugar al mus y al dominó, estrategias que más adelante él usó para ganar grandes batallas.
En el barrio también encontró un gran sastre para sus uniformes de batalla, este modisto era antepasado de Victorio y Lucchino que aprovechando que el gobierno daba ayudas a los nuevos emprendedores quiso aprovecharse de la ocasión y vino de Inglaterra colándose por Gibraltar en un motocarro de tabaco de contrabando y al igual que otros muchos se enamoró del barrio e instaló una fundición llamada igual que él "Thomas Haynes", le fue a poner "Talleres Pepe" pero dijo: ¿A cuento de qué?
¡Total!... que entre pecho de latas, cascos y espadas, el Tomás se hizo de oro y amplió el negocio montando unos astilleros, todo le iba de gran categoría hasta que a los coreanos se les ocurrió hacerle la competencia.
Mientras tanto Cesar se hizo colega de los Cornelio Balbo, tío y sobrino. Según les delataban sus nombres eran cornudos y tartajosos, pero para el Cesar eso era lo de menos, lo verdaderamente importante era que tenían los bolsillos de las túnicas llenos, importante para apoyar su campaña en la política romana. Para darles coba ordenó que se hiciese un acueducto para traer las aguas desde el Tempul, esto era tan importante como el soterramiento de la Teo. A los tartajosos o Balbos les otorgó la ciudadanía romana, a la hermana no por ser gangosa.
En principio parecía que se volcaría con la ciudad, pero... ¡si quieres conocer a fulanito, dadle un carguito!
Todo fue hacerlo emperador y ya se olvidó de nosotros para arrimarse al famoseo. Montó una fábrica de conservas del "Rey de Oros" en Bolonia para estar más cerca de Los Caños y Zahara, ya que se había hecho colega del Imanol Arias, ya sus trajes se los hacía Manolo Aldón... ¡NO HAY QUE SER CABRÓN! y se olvidó del Tomás y de todos los demás.
El menor de los Tartajas montó un teatro para interpretar sus propias obras y él mismo quería ser el actor principal, por lo que sus diálogos se hacían interminables ya que en la primera sílaba con los nervios del estreno se quedaba atascado tres cuartos de hora y el publico abandonaba las gradas entre abucheos y lanzamiento de almohadillas, era lo más parecido a una corrida de Curro Romero. Ante tal estrepitoso fracaso terminó por cerrar el teatro y venderle los terrenos a Vigorito para que hiciese un taller.
El Cesar tenía un hijo muy "Brutus", tan "Brutus" que a la vuelta a Roma de un viaje de los Caños recibió al padre con tales ganas que le dio un abrazo tan fuerte que se lo cargó, sobre todo porque se le olvidó que en la mano llevaba una daga.
Y hasta aquí llegó nuestro periplo romano, como el árabe ya os lo colé la próxima vez le tocara a los medievales... ¿VALE O NO VALE?




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