MONKEYMAN
(LA VERDADERA HISTORIA DE TARZÁN)
La joven pareja con su bebé embarcaban por la T4, en el vuelo 203 de Ryanair, destino a Jerez. A
los cuarenta y cinco minutos de iniciado el viaje y cuando se disponían a tomar
tierra debido a un fallo en las bujías, más que tomar se hartaron. ¡Carajazo de
gran categoría contra los eucaliptos del Tempul!
Afortunadamente nadie murió en el impacto, pero
desgraciadamente el avión quedó empotrado en la jaula de los leones entre las
12 y las 13.30 (hora del aperitivo). Los felinos dieron cuenta de su bestialidad
zampándose hasta los sándwiches de mortadela, a las primeras que le metieron
mano fueron a las azafatas y es que al verles las piernas se pusieron como
fieras.
No fueron los gritos y los rugidos los que despertaron al
gorila pues no estaba dormido, este corría tras la "gachí" del chiste
mientras que el marido le aconsejaba: -¡Anda... dile lo mismo que a mí!... ¡qué
estás cansada!... ¡que te duele la cabeza!
Ya estaban los leones con el café, la copa y el puro cuando
se oyó el llanto de un bebé. El jefe de la manada haciendo ceritos con el humo
del habano preguntó: - ¿Alguien quiere postre?...
No había terminado la frase cuando del timón de cola a la
velocidad de un meteoritos hizo su aparición el archiconocido mojón de gorila,
que tras dar en el punto candente de la llama del Cohíba se fue esparciendo a
todo lo largo y ancho del hocico leonino, alterando gravemente el sentido olfativo del desdichado animal y
produciéndole enormes arcadas hasta que no pudo más y vomitó a medio copiloto,
algo que le dolió en el alma ya que por el carné de identidad era natural de
Jabugo y esas carnes serranas no se comen todas las mañanas.
Ante la aparición del gorila se produjo una gran estampida,
los leones pedían a gritos el teléfono del abogado de la infanta para que los
sacasen de la jaula, mientras que el gran simio no paraba de cagar, coger y
lanzar pegotes de mierda, pegando mojonazos a diestro y siniestro. Era todo un
espectáculo, la hiena se tronchaba de risa. Allí estaban el cocodrilo, el
orangután, dos pequeñas serpientes y el águila real... todos descojonándose
¡Vamos un show!
El berrido del niño fue in crescendo hasta hacer retumbar el fuselaje
del aparato haciendo saltar los remaches. Se hizo el silencio entre los actores
del National Geografic y el espalda plateada se acercó sigilosamente hasta la
procedencia del sonido que surgía de una maraña de aluminio retorcido y
escombros, comenzó a retirar cascotes y chapas hasta que apareció un sonrosado
bebé que sin haber sufrido ni un solo rasguño permanecía sentado es su sillita
(¡no son buenas las Jané!)
Aunque parezca increíble el pequeño al ver la cara del gorila
hizo una pausa en la llantina y soltó una hermosa sonrisa, con lo que se ganó
el corazón del mono que hasta ese momento solo había recibido burlas e insultos
por parte de los niños que visitaban el zoo. Se agachó, se hizo con él acurrucándolo
entre sus brazos y lleno de orgullo y satisfacción, al igual que un carajote
que yo conozco... ¡Dame pan y dime tonto!, se marchó hasta su jaula donde
comenzó a balancearse en una cubierta de goma hasta dejar dormido al querubín.
Pasaron veinticinco años hasta que un veterinario en
prácticas se dio cuenta que en la jaula del gorila pasaba algo anormal. El
animal mecía en sus brazos a algo parecido a un humano aunque con más pelos que
el sobaco de la Pantoja.
Para verificar el hallazgo era necesario adormecer al mono
con un dardo, pero debido a la crisis optaron por invitar a la coral del hogar
del pensionista. En la segunda canción los barrotes vibraban con los ronquidos
del animal.
Tras despiojarlo, pelarlo y afeitarlo, confirmaron que se
trataba de un hombre. Pero debido a la gran ingesta de plátanos, dieta básica en
su alimentación y como dice el refrán que "de lo que se come se cría"
. Aquel joven era un portento de salud, con tan notable atributo todos los
conventos de la provincia se rifaban al huerfanito.
Hoy a pesar de la crisis a él no le falta el trabajo, aunque
se gana el pan no precisamente con el sudor de su frente.
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