martes, 13 de marzo de 2012


Un niño no deseado

CAPÍTULO I
Tengo la certera convicción de que al nacer fui un niño no deseado, se que suena duro, pero tirando del hilo de la madeja voy desenmarañando mi historia y no hay la menor duda que lo que digo es cierto.
Retrocedamos en el tiempo, volvamos al 7 de octubre de 1961… ¡Joder no tacharme de loco!, ya hay muchos científicos que con pulso de luz de alto impacto y con laser investigan sobre esto. Aclaro, no investigan en que yo fuese un niño no deseado sino acerca de viajar en el tiempo. Aunque la tecnología necesaria para construir una máquinas capaz de ir
al pasado o al futuro está muy lejana y sería muy costosa, algunos físicos señalan que las teorías actuales admiten esa probabilidad, y para aquellos incrédulos les diré, que más cara es la hipoteca de mi piso y si Rajoy no lo impide en taitantos años habré conseguido dejarle el “marrón” a mis hijos, y estos a mis nietos, y así sucesivamente. Por lo que creo que viajaré antes en el tiempo que terminar de pagar la hipoteca.
Lo dicho… ¡vámonos al 61!
Veo a mi padre acariciar la barriga de mi madre, posar su oreja sobre ella para oír algún ruidito del bebé o sentir sus pataditas, correr al puesto de Guillermo porque a mi madre se le antojaron fresas… ¡Y UNA MIERDAAA¡. Mi padre sería un hombre muy generoso, gracias a él comían muchísimas personas. Y eso no hay quien me lo discuta, ¿o no era el que les hacía las dentaduras postizas?. Pero de esto a que se le cayese la baba con su nuevo retoño… ¡IMPOSIBLE!... ¡SI YO HACÍA EL NÚMERO OCHO!.
Más que al puesto de Guillermo se iría a lo de Marcelino y seguro que no a por fresas, fijo a por oro segoviano… que mientras mi madre paría, el recibía la anestesia.
Mientras mi madre en el parto de dolor gemía… ¡bueno!... después de ocho, más bien se le caerían. Al resto de hermanos los mandaron a la playa a espera de que llegase el nuevo inquilino, ya que en un piso de 60 metros, ocho niños y el matrimonio… ¿cómo iba a ser deseado?... ¡era un estorbo, COÑOOO!.
Aquellos siete inocentes sentaditos junto a la corriente esperaban la fumata blanca, y fue Alfonsi el que dijo:
-¡Mirad arriba, el niño ya ha nacido!
Evaristo, por ser el mayor, le contestó con dulzura:
-¡Este niño es carajote!, ¡que esto no es como el PAPA!... el humo blanco es de la TÉRMICA y viene de la zona franca.
Y así aparecí por Arenal nº 1 -2º derecha, y no os digo que aquí tenéis vuestra casa porque ya somos más de doscientos  y a ver donde coño os siento. Ya “CON OCHO BASTA”.
Una vez presentado en sociedad vino la elección del que sería para siempre mi nombre.
Eso fue de gran categoría. Toda la familia reunida en la mesa del salón, por cierto era más grande el calificativo que el paradero  en sí, cada uno de los miembros escribía en un papelito el nombre que más le gustaba (esto sin que se enterase la guardia civil, ya que en plena dictadura mi familia era muy demócrata), al que no sabía escribir se lo ponía el de al lado (con lo que trampa hubo seguro). Como bombo de la suerte se usó la hoya exprés, se da por entendido que sin puchero, y se introdujeron los papelitos.
Aunque mi falta de conocimiento era evidente y aun no me habían bautizado, por lo que era “morito”, recé a Alá para que mi padre no ganase la votación… acuérdense que venía de Marcelino y con su “puntito” o “puntazo”, el escribió RAIMUNDO. Muchas veces me acordé de Stevie Wonder cuando publicitaba en la tele…-“Si bebes no conduzcas”, podía haber añadido…-“Y tampoco pongas nombres”.
Alá es grande, ganó mi hermana Esperanza. ¿Qué nombre fue el que escribió?... ¡Da igual!... Llegó mi hermano Fernando que con poco más de un año le dio por decirme Koe, y Koe se me quedó.
CON LA INTRIGA DE MI VERDADERO NOMBRE, PRÓXIMO CAPÍTULO EL II

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