sábado, 18 de enero de 2014

Lluvia infantil

Tiré de la cuerda y observé como las baldas de madera se abrazaban unas a otras elevándose hasta convertirse en un rodillo que se columpiaba del hueco de la ventana asido por dos cáncamos. El gélido invierno inundó la habitación rápidamente y tras cerrar la ventana corrí los visillos. Hoy el sol no se pudo asomar por el entramado metálico de la Torre, el vaho en el cristal empañaba de turbidez el baile de las barquillas mientras que sus mástiles desnudos de velas latinas dirigían el son de la música húmeda al viento surgido del ocaso y sus proas asentían  hundiéndose en la bahía.
Mal día para plazoleta, la lluvia creará un pantanal que impedirá que ruede la pelota y hasta que empiece "Bonanza" las horas se harán aburrida e interminables. Tendré que convencer a mi madre para que me deje bajar al "techillo", le prometeré que no ahogaré a los "Gorilas" metiéndome en los charcos. Al menos junto a la "Botica" podremos jugar a mangüiti.
Queda la esperanza de que el domingo amanezca mejor, que después del chaparrón haga una buena mañana para acercarnos a los juncos y coger algunas ranas o ver algún partidillo de los mayores en el campo de Aviación, siempre con la ilusión de que alguno de mis hermanos sea el que marque un gol. Yo a mi corta edad ya tengo bastante claro que no seré pelotero pues cuando escogen equipos mi elección siempre se deja para el final y normalmente tras de mí nunca queda nadie. Aunque lo siga intentando mi cabeza, mis pies y el balón siempre se están enredando y lo malo que en el puesto de Pedro no venden caramelos para la coordinación.

Aquí sigo esperando a que escampe mientras noto en mi frente la frialdad del cristal y el golpear de las gotas que se estrellan contra él en un redoble desacompasado. Ya va siendo hora de tomar una decisión pero antes no desaprovecharé la ocasión para dibujar con mi dedo un muñeco caduco en un lienzo de vidrio y aliento.

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